El miedo a los bárbaros

regiones del continente han asumido a lo largo de su historia la necesidad de reconocer la alteridad de los otros y de adaptarse a ella– y a la vez de un valor político que en la actualidad figura en el programa de la Unión Europea. Europa se diferencia de otras grandes uniones políticas presentes en la actualidad en el mundo –estados multinacionales como Rusia e India, o incluso estados de población muy variada, como China o Estados Unidos– por la manera en que gestiona esta pluralidad.

Así pues, la identidad europea consiste en una manera de aceptar la pluralidad de las entidades que forman Europa y de obtener ventaja de ello. Europa no es una nación, sino una forma de cohabitación de naciones. Se trata de un rasgo cultural –los países y las regiones del continente han asumido a lo largo de su historia la necesidad de reconocer la alteridad de los otros y de adaptarse a ella–

Sin duda no. Una vez determinado el significado de las palabras, debe emprenderse el trabajo histórico y tipológico. El tema del presente libro es precisamente las formas que adoptan la barbarie y la civilización en la época contemporánea, cuando se multiplican y se aceleran los contactos entre culturas diferentes.

estos actos tienen su origen en la misma «pulsión de vida» que nuestros actos de amor. La diferencia no está en el móvil inicial ni en el fin que se persigue, sino en el medio elegido para conseguirlo. Mi sentimiento de carencia puede saciarse con el amor de otro o con su total sumisión. Barbarie y civilización se parecen menos a dos fuerzas que luchan por la supremacía que a dos polos de un eje, a dos categorías morales que nos permiten evaluar actos humanos concretos.

ese tribunal; y lo mismo cabe decir del establecimiento de una comisión para la verdad y la reconciliación en Sudáfrica (o en cualquier otra parte), que permite no encerrar a todos los defensores del antiguo régimen en la categoría de monstruos, de criminales o de sádicos perversos.

el contrario, la decisión de instituir un tribunal en Nuremberg al término de la Segunda Guerra Mundial, es decir, un juicio conforme a la ley en lugar de un ajuste de cuentas, es un signo de civilización, por grandes que sean las imperfecciones e incluso las contradicciones internas de

Estrabón decía que hacer la guerra es más bárbaro que gestionar los conflictos mediante la negociación. Pero también es un acto de barbarie que una comunidad yezidi (que vive en el norte de Irak) lapide a una chica porque se ha enamorado de un chico suní que no pertenece a su comunidad.

La tortura, la humillación y el sufrimiento que se infligen a los otros forman parte de la barbarie. Lo mismo cabe decir del asesinato, y más aún del asesinato colectivo, el genocidio, sea cual sea el criterio con el que se ha delimitado el grupo al que se desea eliminar: la «raza» (o características físicas visibles), la etnia, la religión, la clase social o las convicciones políticas. Los genocidios no son un invento del siglo XX, pero no podemos pasar por alto que en este siglo se han perpetuado:

El bárbaro se niega a reconocerse en un pasado distinto de su presente. La cortesía, que es un aprendizaje de la vida con los demás, es a su vez un primer paso hacia la civilización.

La idea de civilización implica el conocimiento del pasado. El que limita su comprensión y su expresión e ignora los códigos comunes se condena fatalmente a moverse sólo en su pequeño grupo y a excluir a los otros.