—Bien, a veces sí, necesitas la embriagadora proximidad de la carne —convino Marcus—. Pero en otros casos es quizá mejor estar a más distancia de la que puedes soportar, para que podáis veros de verdad, daros cuenta de lo que queréis, de lo que echáis de menos. Quizá tendría que ser como los músculos que se contraen y se relajan: cerca, lejos, juntos, separados.