Cuentos reunidos

Aun cuando hay quienes aseguran que el dolor es interminable y que nunca se agota, yo opino que después del 10º grado de mi escala, sólo queda la memoria de las cosas, doliendo ya no en acción sino en recuerdo.

tengo que decirte que no estoy igual que antes, tú sabes, uno deja de comer y de dormir y se enflaquece, pero no digas nada ni te pongas triste, aún puedo darte el mismo amor, el mismo placer, ven ya, amor, ven, abrázame fuerte.

Somos dos náufragos tirados en la misma playa, con tanta prisa o ninguna como el que sabe que tiene la eternidad para mirarse.

Es de noche, estoy acostada y sola. Todo pesa sobre mí como un aire muerto; las cuatro paredes me caen encima como el silencio y la soledad que me aprisionan.

Yo comencé a retroceder, a retroceder…

Yo comencé a retroceder, a retroceder…

—Se va a matar —le dije a Horacio—. Se va a matar —dije de nuevo, porque el hombre permanecía sin dar un paso atrás, como si estuviera resuelto a lanzarse.

Todos, excepto ella, gozaron la cena, pero María sabía muy bien dónde estaba su única felicidad, y aquella fiesta fue larga y agotadora.

Cuando María oyó aquella noticia experimentó una gran felicidad, de sólo pensar que se libraba de su presencia por unos días.

Se dio cuenta con gran tristeza y desencanto que aquel hermoso juego de liberación la había cansado y que no quería saber ya ni de la boda, ni de José Juan, ni de nada.

Quería hablar con Jana, había estudiado el diálogo palabra por palabra y ahora no sabía cómo empezar.

Se miró al espejo para hacerse el nudo de la corbata, se vio flaco, algo encorvado, descolorido, con gruesos lentes de miope, pero tenía puesto un traje limpio y planchado y quedó satisfecho con su aspecto.

jueves 7

No sé si podré salir de esta funesta prueba. Hoy trabajé tres horas seguidas

Golpeé con mis lágrimas las huellas de sus pasos.

El diario ejercicio del dolor da la mirada del perro abandonado, y el color de los aparecidos.

Quiero verme el rostro en un espejo, saber cómo soy ahora, después de esta noche…

muy tarde”, dices. “Tendrás que irte…”

Pueden oírnos y descubrir que nos hemos amado apresurada y clandestinamente en esta noche que empieza a caérseme en pedazos.

sorprendidos por una verdad que sin saberlo conocíamos.

Reconociéndonos a través del cuerpo