Hacía mucho tiempo que no tenía una cita en el sentido clásico del término, por lo menos desde Harvard. Se maldijo por haber sido tan idiota de creer que sus ataques depredadores en Lobby podían ser un sustituto para una relación real. Una relación pura.
Echaba de menos el sexo, eso era innegable. A veces se preguntaba si sería capaz de mantener su promesa de castidad o su hambre se impondría y trataría de seducir a la dulce Julianne. Lo que no le pasó por la mente ni por un momento fue la posibilidad de serle infiel. No echaba de menos la alienación que sentía cada vez que salía de casa de alguna amante ocasional y se iba a directo a la ducha para quitarse del cuerpo las huellas de su encuentro, como si fueran enfermas contagiosas. Tampoco echaba de menos el sentimiento de desprecio de sí mismo al acordarse de algunas de las mujeres con las que había estado, mujeres que nunca habría podido presentarle a Grace.
Julianne era distinta a todas. Con ella quería experimentar pasión y excitación, pero también ternura y compañerismo. Todas esas ideas eran desconocidas para él y lo asustaban y emocionaban por igual.
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El sábado por la tarde, Julia leyó y releyó el correo electrónico con los detalles sobre la celebración de su cumpleaños.
Feliz cumpleaños, cariño.
Por favor, hónrame con tu presencia en el Royal Ontario Museum esta tarde a las seis en punto.
Reúnete conmigo en la entrada de la calle Bloor.
Seré el del traje, la c