Maurice

bajo el ropaje de unas formas amistosas, dijo muchas cosas que le causaron dolor.

La sociedad los aceptaba, como acepta a miles de seres semejantes a ellos. Tras la sociedad, dormita la ley.

amor había apartado a Clive de la trivialidad y a Maurice del desconcierto para que dos almas imperfectas pudiesen alcanzar la perfección.

Su felicidad era estar juntos; irradiaban algo de su calma hacia los demás, y podían ocupar su lugar en la sociedad.

Durante los dos años siguientes Maurice y Clive fueron los seres más felices de la tierra

Clive, tú eres un locuelo estúpido, y puesto que lo has sacado a colación, creo que eres bello, la única persona bella que yo he visto. Amo tu voz y todo lo que se refiere a ti, sean tus ropas o la habitación en que estás. Te adoro.

—Bien, en tu belleza.

—¿Mi qué?

—Belleza… Yo solía admirar a aquel hombre que está sobre el estante.

Comedia de errores, no tragedia. Tú puedes disculparte ahora.

No fingiría —y esta era la prueba—preocuparse por las mujeres, cuando el único sexo que le atraía era el suyo propio. Amaba a los hombres y siempre los había amado. Ansiaba abrazarlos, mezclar con el de ellos su ser. Ahora que había perdido al hombre que correspondía a su amor, admitía aquello.

sin comprender nada salvo que el hombre ha sido creado para sentir dolor y soledad sin que el cielo le ayude.