Cansada de la sociedad en la que vive, Aurora abandona su casa en busca de aventuras. El inicio de todo recorrido siempre coincide con el fin, pero la belleza está en el camino, sendero por el cual Aurora conocerá lugares sugestivos, tales como Perelentia, ciudad donde todo transcurre con lentitud; la playa de Torimbia, habitada por seres muy especiales; y, finalmente, la isla Rosalinda, emplazamiento que, como si de un cuadro impresionista se tratara, carece del detalle, el cual no se pone ni en los habitantes ni en los parajes que lo conforman. En ella vivirá momentos intensos que, finalmente, provocarán el deseo del regreso.
La luna en el mar riela invita a la reflexión personal y colectiva, transformándose así en una escapatoria esotérica que sumerge al lector en sus propios deseos de aventura.
Expresada en un leguaje rico e imaginativo y con una atención constante a la psicología de los personajes, La luna en el mar riela presenta una estructura articulada entre un tiempo histórico y un meta-tiempo, que reportan a la novela el espesor de la leyenda surreal, en la que el autor con una gran maestría en el manejo de realizar diferentes niveles de lectura, incluso alegórica, así como el uso inteligente de los flashbacks y el desarrollo de los acontecimientos en paralelo, conduce el lector a cumplir un viaje metafórico a la iniciación al amor y a la vida.