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Emily Dickinson

El viento comenzó a mecer la hierba

  • Natali Sánchezcompartió una citahace 3 años
    Temo a la persona de pocas palabras.

    Temo a la persona silenciosa.

    Al sermoneador, lo puedo aguantar;

    al charlatán, lo puedo entretener.

    Pero con quien cavila

    mientras el resto no deja de parlotear,

    con esta persona soy cautelosa.

    Temo que sea una gran persona.
  • Moncerratcompartió una citahace 2 años
    La poesía, dicen, es la memoria del mundo. Sin ella, añaden, no seríamos capaces de comprender bien el pasado
  • Yalid Vargascompartió una citael año pasado
    Como si el mar se retirara
    y mostrara un mar más lejano;
    y ese, otro aún más lejano;
    y el tercero no fuera sino la conjetura
    de series de mares
    no visitados por las costas;
    y estos mismos, el borde de otros mares.
    Esto es la Eternidad
  • Moncerratcompartió una citahace 2 años
    Cuántas flores mueren en el bosque

    o se marchitan en la colina

    sin el privilegio de saber

    que son hermosas!

    ¡Cuántas entregan su anónima semilla

    a una brisa cualquiera,

    ignorantes del cargamento escarlata

    que a otros ojos lleva!
  • Nayeli Espinozacompartió una citahace 3 años
    es necesario ser una habitación

    para estar embrujada,

    no es necesario ser una casa.

    El cerebro tiene pasillos más grandes

    que los pasillos reales.

    Es mucho más seguro encontrarse a medianoche

    con un fantasma exterior

    que toparse con ese gélido huésped,

    el fantasma interior.

    Más seguro correr por una abadía

    perseguida por las sepulturas

    que, sin luna, encontrarse a una misma

    en un lugar solitario.

    Nosotros tras nosotros mismos escondidos,

    lo que nos produce más horror.

    Sería menos terrible

    un asesino en nuestra habitación.

    El prudente coge un revólver

    y empuja la puerta,

    sin percatarse de un espectro superior

    que está más cerca.
  • Denise Scompartió una citahace 4 años
    Cuando la Noche está casi acabada

    y el Amanecer se aproxima tanto

    que podemos percibir las distancias,

    es tiempo de alisarnos el pelo

    y acariciarnos las mejillas.

    Y preguntarnos cómo pudimos preocuparnos

    por esa vieja y desvanecida Medianoche

    que, hace solo una hora, nos aterrorizó.
  • Ingrid Jiménezcompartió una citahace 4 años
    No es necesario ser una habitación
    para estar embrujada,
    no es necesario ser una casa.
    El cerebro tiene pasillos más grandes
    que los pasillos reales.
    Es mucho más seguro encontrarse a medianoche
    con un fantasma exterior
    que toparse con ese gélido huésped,
    el fantasma interior.
    Más seguro correr por una abadía
    perseguida por las sepulturas
    que, sin luna, encontrarse a una misma
    en un lugar solitario.
    Nosotros tras nosotros mismos escondidos,
    lo que nos produce más horror.
    Sería menos terrible
    un asesino en nuestra habitación.
    El prudente coge un revólver
    y empuja la puerta,
    sin percatarse de un espectro superior
    que está más cerca.
  • Ingrid Jiménezcompartió una citahace 4 años
    Yo era la más menuda de la casa.
    Me quedé con el cuarto más pequeño.
    Por la noche, mi pequeña lámpara, un libro
    y un geranio.
    Acomodada así, podía recoger la abundancia
    que no dejaba de caer.
    Y además, mi cesta.
    Déjame pensar… sí,
    estoy segura de que esto era todo.
    Nunca hablaba, a no ser que me preguntaran;
    y entonces, escuetamente y bajo.
    No podía soportar vivir en voz alta;
    el bullicio me azoraba tanto…
    Y si no fuera porque hace mucho que pasó,
    y si los que yo conocía se hubieran marchado,
    a menudo pensé qué inadvertidamente
    podría haberme muerto yo.
  • Mildred Osiriscompartió una citahace 12 días
    Dios llama a los ángeles, puntualmente,

    a la caída del sol.
  • Mildred Osiriscompartió una citahace 12 días
    156

    Me quieres. Estás segura.

    No temeré equivocarme.

    No me despertaré engañada

    una sonriente mañana

    para descubrir que la luz del sol

    ha desaparecido,

    que los campos están desolados,

    ¡y que mi amada se ha ido!

    No debo inquietarme. Estás segura.

    Nunca llegará esa noche

    en que, asustada, corro a casa, a tu lado,

    y encuentro las ventanas oscuras,

    y que no está mi amada.

    ¿Estás segura? ¿Nunca llegará?

    Asegúrate de que estás segura.

    Sabes que lo soportaré mejor ahora,

    si me lo dices así,

    que si, cuando la herida haya curado,

    en este dolor que tengo,

    me hieres otra vez más.
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