En lo personal siempre he detestado las despedidas, en especial cuando son de la gente que amo. Mi habitación se ve bonita por tonto que parezca.
Hago un cheque para Lulú asegurándome de que le sirva para empezar sus sueños ejerciendo lo que sabe. Ella merece embellecer mujeres con sus locos consejos.
Busco la cadena de Harry, lo correcto sería dejársela para el bebé, pero es lo único que me queda de mi amigo y quiero sentir que todavía me acompaña. Meto el anillo de Bratt en la cadena. «Una manera de recordarlo», me digo. Es lo único de lo que puedo disponer, ya que la FEMF se ocupará de lo que queda.
Me coloco el uniforme oficial, acomodo las medallas, guardo la placa y el arma especial. Normalmente es la que menos se usa, sin embargo, para nosotros tiene un valor sentimental.
La deslizo dentro de la correa que tengo en el muslo, pues con el uniforme oficial es ahí donde la portan las mujeres.
Busco mis documentos, tomo la mochila y le echo un último vistazo a mi alcoba antes de salir. «Cómo me gustaría que fuera un hasta pronto y no un hasta nunca», pienso.
Dos agentes del PPT me esperan en la salida, ambos me dedican el debido saludo antes de escoltarme hacia la pista.
Respiro hondo. Mi familia, Luisa, Simon, Alexandra, Irina, Brenda, Scott, Angela, Laila, Parker, Patrick y Bratt esperan por mí. Quisiera omitir esta situación, ya que es como pisotear lo poco que queda de mí.
—Rachel —llora mi mamá—, si tan solo lo pensaras otra vez…
—Déjalo estar. —La abrazo—. Tenemos poco tiempo, así que no lo gastemos en mis súplicas.
Se aferra al uniforme como si eso pudiera detenerme.
—Te quiero —le susurro. Sé lo duro que es para ella, durante años ha querido tener a su familia completa y ahora no volverá a verme nunca—. Prométeme que lo vas a superar.
Niega.
—Prométemelo. —La obligo a que me mire—. No estaré tranquila si no lo haces.
—Te lo prometo.
La vuelvo a abrazar y hago lo mismo con mis hermanas. Sam me ruega que no lo haga y a Emma el llanto no la deja hablar. Paso a los brazos de mi papá, que me sujeta con fuerza.
—Eres fuerte y valiente —dice en medio de sollozos—. Y estoy muy orgulloso de ti, teniente.
Doy un paso atrás plantándome firme ante él.
—Sí, mi general. —Le dedico un saludo militar—. A mí también me enorgullece llevar su apellido.
Vuelve a abrazarme y le cuesta soltarme para que pueda despedirme de los otros.