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Libros
Eduardo Halfon

Oh gueto mi amor

Volver a Polonia. Volver a Łódz´. Volver a donde todo empezó. Buscando una procedencia y una identidad perdidas en las calles de una ciudad que el odio convirtió en gueto, en muerte, en ceniza.

Como un peregrinaje, un nieto empujado por la revelación de su abuelo, salvado por un boxeador polaco en Auschwitz, visita las calles de sus ancestros de la mano de un personaje enigmático e hipnótico, madame Maroszek, que le llevará por las luces y sombras de esos mismos muros, esas mismas fosas, esa misma casa perdida; páginas y canciones que como un rumor sordo nos recuerdan que la memoria debe escribirse y decirse.

Eduardo Halfon, autor imprescindible en el panorama literario en español, ilustrado por David de las Heras, es responsable de una historia infinita de amargura y humor.
44 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2018
Año de publicación
2018
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Opiniones

  • Patricia Suárezcompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó
    🔮Profundo

    Maravilloso, como todo lo que escribe Halfon

  • Teresacompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó

  • Susanacompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó

Citas

  • Laura Baezacompartió una citahace 2 años
    un patio interior también puede ser una lápida, y todo un edificio un mausoleo.
  • Patricia Suárezcompartió una citahace 3 años
    Acaso esto: que lo importante para madame Maroszek no era que alguien escribiese su historia en un libro contable, o en los márgenes de una mala novela francesa, o en partituras invisibles, o en papeles membretados de los hoteles de una ciudad; acaso lo importante, para alguien como madame Maroszek, no era dónde escribimos nuestra historia, sino escribirla. Narrarla. Dar testimonio.
  • Yatzel Roldáncompartió una citahace 4 años
    Acaso esto: que lo importante para madame Maroszek no era que alguien escribiese su historia en un libro contable, o en los márgenes de una mala novela francesa, o en partituras invisibles, o en papeles membretados de los hoteles de una ciudad; acaso lo importante, para alguien como madame Maroszek, no era dónde escribimos nuestra historia, sino escribirla. Narrarla. Dar testimonio. Poner en palabras nuestra vida entera. Aunque tengamos que escribirla en papeles sueltos o en papeles robados. Aunque tengamos que levantarnos de una última cena para buscar un último papel amarillo. Aunque tengamos que narrarla sin nombre o con un nombre inventado y escrito en una enorme bitácora. Aunque tengamos que usar pequeños trozos de tiza blanca sobre un muro de humo negro. Aunque tengamos que apropiarnos de los márgenes de cualquier otro libro. Aunque tengamos que cantarla parados sobre un bote de basura. Aunque tengamos que ponernos de rodillas y excavar un hoyo con las manos, en secreto, al lado de un crematorio, hasta asegurarnos de poder dejar nuestra historia en el mundo, aquí en el mundo, bien enterrada en el mundo, antes de volvernos ceniza.

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