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Anne Youngson

Nos vemos en el museo

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  • Alicia Ariascompartió una citahace 5 años
    los reclinatorios de la iglesia, el toldo que colgaba sobre el escaparate de la carnicería… Ahora todo el mundo adora al Hombre de Trapo, sobre todo aquellos que habían sido infelices. Y es que, ¿acaso no es todo el mundo infeliz alguna vez
  • Alicia Ariascompartió una citahace 5 años
    Había una vez un hombre hecho enteramente de trapos: su cabeza era una bola de paños de cocina; su pelo, jirones de toalla, algunos negros, otros amarillos; su ropa era como una cascada de tozos de tela de todos los colores, diseños, tamaños y formas; sus manos y pies eran fragmentos de lienzo rígido; sus ojos, retales de seda azul brillante; su boca era una media luna de terciopelo escarlata, abierta hacia arriba en una sonrisa permanente.
  • Tess Pedrocompartió una citahace 5 años
    Pero hasta que no entré en las calmadas aguas de la edad madura no comprendí que la escritura también es una forma de resolver problemas, porque ¿para qué escribimos si no es para buscar sentido a lo que vemos y experimentamos, para poner orden en las cosas y darles una forma coherente?

    Cuando
  • Alicia Ariascompartió una citahace 5 años
    Pronto toda la multitud estaba contando una historia, o escuchando una, sobre la bondad del Hombre de Trapo, y cuando la banda de música acabó de tocar, los niños dejaron de bailar y la calabaza milagrosa —que era el símbolo de aquel orgulloso país debido a la leyenda de unos valientes que se escondieron en una calabaza gigante y salieron de ella para salvar a la nación de los invasores— terminó de desfilar entre la gente, el alcalde se levantó y anunció:

    —El Hombre de Trapo se está entregando, trapo a trapo, para ayudar a los demás —dijo—. Es nuestro turno de devolverle lo que ha perdido.

    Acudió gente de toda la ciudad, incluso los que se habían burlado del Hombre de Trapo —porque también sufrían penas y necesitaban consuelo— y dejaron en el camino del lago las telas que ya no necesitaban o que les sobraban. Después de esto, el Hombre de Trapo volvió a estar tan colorido, mullido y lleno de jirones como antes. Ahora los habitantes de la ciudad podían reconocer, en el atuendo del Hombre de Trapo, fragmentos de tela que conocían: retazos del viejo telón del teatro, los restos de lienzo de
  • Alicia Ariascompartió una citahace 5 años
    Pronto toda la multitud estaba contando una historia, o escuchando una, sobre la bondad del Hombre de Trapo, y cuando la banda de música acabó de tocar, los niños dejaron de bailar y la calabaza milagrosa —que era el símbolo de aquel orgulloso país debido a la leyenda de unos valientes que se escondieron en una calabaza gigante y salieron de ella para salvar a la nación de los invasores— terminó de desfilar entre la gente, el alcalde se levantó y anunció:

    —El Hombre de Trapo se está entregando, trapo a trapo, para ayudar a los demás —dijo
  • Alicia Ariascompartió una citahace 5 años
    lo visto, cuando en la ciudad alguien pasaba por un mal momento o estaba deprimido, se dirigía al parque a dar un paseo a solas con sus penas y lamentos. Pasado un rato, el Hombre de Trapo salía de entre los árboles y se arrancaba un paño de su ropa, su pelo o su cara, y se lo ofrecía igual que tú ofrecerías un pañuelo a alguien que vieras llorando. Todas las veces, el trapo les hacía tener pensamientos positivos y, desde ese momento, aunque seguían tristes, se sentían capaces de salir del parque y seguir adelante con sus vidas
  • Alicia Ariascompartió una citahace 5 años
    No debí haber aceptado el trozo de tela que me dio para secarme las lágrimas, pero me recordaba a una camisa que le hice una vez a mi marido y me hacía pensar en días felices. Me dio mucho consuelo.

    —Yo me siento igual —dijo un hombre que había a su lado, cuya casa había sido destruida por un incendio, y tenía que vivir en un viejo cobertizo en su jardín—. Estaba desesperado y el Hombre de Trapo me ofreció un trozo de paño para secarme la cara, y cuando lo miré, supe que me recuperaría. Pensé que al menos podría tener limpio mi cobertizo y que eso me devolvería algo de autoestima. Al momento me sentí mejor.

    Y siguieron, arriba y abajo de la calle, confesando que habían cogido telas de las que ofrecía el Hombre de Trapo.
  • Alicia Ariascompartió una citahace 5 años
    una vez a mi marido y me hacía
  • Alicia Ariascompartió una citahace 5 años
    Parece triste —dijeron los niños bien educados y los padres cariñosos.

    El día que la gente de la ciudad se reunió en las calles a la espera de que empezaran las celebraciones de la Fiesta Nacional de aquel país, hablaron sobre el Hombre de Trapo, y una mujer cuyo marido había muerto hacía poco dijo:

    —Me siento muy culpable. No debí haber aceptado el trozo de tela que me dio para secarme las lágrimas, pero me recordaba a una camisa que le hice
  • Alicia Ariascompartió una citahace 5 años
    Entonces, un día, la gente empezó a hablar del Hombre de Trapo otra vez. «¿Has visto —decían— lo que le está pasando?» Cada vez que lo veían, tenía menos trapos. Sus mechones de pelo de toalla se habían reducido hasta ser solo unas pocas hebras. Su ropa no era más que trozos y recortes de una sábana blanca y apagada; hasta su cara parecía más delgada, como si le hubieran arrancado un par de capas de paño de cocina.

    —Está más zarrapastroso y asqueroso que antes —decían los niños maleducados y los padres obsesos por la limpieza.
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