(Microsoft Word – El Hermano de Asis – Ignacio Larra\361aga)

Era la piedad de Dios que retornaba a casa.

El Hermano tenía cuarenta y cinco años.

Nos cierras las puertas de la vida y nos abres las puertas de la Vida.

Te diré: Vengo de lejos; soy un niño cansado y herido, y tengo sueño.

El dar me corresponde a Mí, a tí sólo el recibir, responderás.

Dios, ¿es verdad que me soñaste antes de que el rocío apareciera en la madrugada?

Todas las palabras del lenguaje humano quedan cortas para expresar la gratitud que siento por ti. Te bendigo más de lo que puedo. Y te espero de pie bajo el gran arco de la eternidad. Adiós.

Abrió los ojos y, dirigiéndolos a los hermanos, dijo con voz vigorosa: "Con la gracia de Dios he cumplido mi deber; que Cristo os ayude a cumplir el vuestro".

Todo fue hermoso —pensaba el Hermano mirando hacia atrás . Aquella mañana la piedad de Dios me dio la victoria más importante de mi vida.

Escribe: Bendigo a todos mis hermanos, a los que ya están en la Orden y a los que ingresarán hasta el fin del mundo, y como ya no puedo hablar más, en tres palabras resumo mi voluntad: rendid culto eterno al Santo Amor; guardad alta fidelidad a la Señora Pobreza, y vivid a los pies de la Santa Iglesia".