Cuatro principios se destacan. Los jesuitas se volvieron líderes porque:
• Entendieron sus fortalezas, sus debilidades, sus valores y su visión del mundo;
• Innovaron confiadamente y se adaptaron a un mundo cambiante;
• Trataron al prójimo con amor y una actitud positiva; y
• Se fortalecieron a sí mismos y fortalecieron a los demás con aspiraciones heroicas.
Estos cuatro principios no salieron de un libro de reglas ni de un manual de instrucciones. Es seguro que ninguno de los primeros jesuitas –ni nadie en el siglo xvi– usó la palabra liderazgo como nosotros la entendemos hoy. Tampoco hablaban explícitamente de conocimiento de sí mismos, ni de ingenio, amor y heroísmo como cuatro principios que guiaran a su comunidad. Pero esos principios de liderazgo aparecen hoy cuando examinamos sus palabras y acciones en busca de los temas que los animaron en sus grandes éxitos. En el caso de los primeros jesuitas la búsqueda resulta fructífera: esos cuatro principios infiltraban su trabajo y sus realizaciones, resaltaban en sus escritos y dominaban su bien pensado plan de entrenamiento. Eran la guía para todo jesuita y constituían la base de la cultura jesuítica corporativa.
Conocerse a sí mismo: “Ordenar su propia vida”
Los líderes prosperan al entender quiénes son y qué valoran, al observar malsanos puntos de debilidad que los descarrilan y al cultivar el hábito de continua reflexión y aprendizaje.
Solo la persona que sabe lo que quiere puede buscarlo enérgicamente. Solo quienes han puntualizado sus debilidades pueden superarlas. Estos son principios obvios pero que rara vez se llevan a la práctica.