Nunca me convertiría en madre, pero eso no era lo mismo que no tener nunca hijos. Tendría hijos, pero nunca sería una madre para ellos. Los tendría en abundancia; saldrían de mi cabeza, de mis axilas, de entre mis piernas; tendría hijos, colgarían de mí como los frutos de una parra, pero yo los destruiría con la indiferencia de un dios. Tendría hijos por la mañana, los bañaría a mediodía en un agua que saldría de mí misma y me los comería por la noche, engulléndolos enteros, de un solo bocado. Vendrían a la vida para dejar de vivir. Durante su día de vida, les llevaría hasta el borde de un precipicio. No les empujaría; no tendría que hacerlo; las dulces voces de extraordinarios placeres les llamarían desde el fondo del abismo