EL REDUCIDO porcentaje de individuos que acaparan la mayor parte de la riqueza tiene interés en hacer creer que se lo merecen. La mejor manera de dominar al resto de la población es hacer que todos acepten, como una verdad indiscutible, que un individuo es dueño de su propio destino y que su éxito o su fracaso se deben únicamente a él mismo. Esta fábula está presente en todas partes: 1) en las biografías y en los programas de los medios de comunicación dedicados a políticos, empresarios, artistas o deportistas que consideran que su éxito es resultado de su personalidad, antes que de las instituciones que les permitieron tener acceso al éxito; 2) en las políticas fiscales acomodaticias con respecto a los muy ricos, que legitiman que una gran fortuna depende únicamente del talento de su poseedor y que, por lo tanto, gravarla equivaldría a un robo, y 3) en las políticas humillantes en contra de los desempleados, a los que, por considerarlos perezosos, se debe controlar sistemáticamente, so pena de que sufran la reducción de sus prestaciones por desempleo. Ésa es la manera como se manifiesta concretamente el catecismo del individuo como dueño de su propio destino; sin embargo, la realidad es muy diferente y los hechos demuestran que el voluntarismo individual no pesa gran cosa frente a la clase social originaria.
SUPERSIC