De fronteras

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TIP: Extender el cuerpo sobre la cama en la posición decúbito dorsal, con una pierna flexionada y sin arrugas en la ropa produce siempre la sensación de tener nuevamente en casa no solo a un hijo perfecto, sino a uno vivo.

compañía bajita y gris y me acaricia siempre con ese su cuerno que apunta hacia el futuro.

Hasta él se cree mío. Me sigue. Me escolta. Me da su com

Discutimos, lo recuerdo. Él se molestó porque le exigí que me dedicara más tiempo. Me dijo que no iba a obedecerme, que yo no podía ordenarle qué hacer y qué no.

Decidí que debía erradicarlo de mi vida y de la de mis conocidos. Por eso, cuando él regresó, lo ataqué. Quise ahorcarlo con mis manos de hombre, matarlo. Lo golpeaba y le decía que se fuera, que se largara de mi casa, que estaba harto de que decidiera mis actitudes y mis movimientos y de que se adueñara de mi gente.

día presentarse ciego ante nadie. No quería espantar a nadie ni deseaba provocar lástima.

No quería espantar a nadie ni deseaba provocar lástima. Decidí por eso obsequiarle un par de ojos. Me parecía una buena forma de retribuirle por lo mucho que me había dado a cambio de mi casa y mi exigua compañía.

sus tres hileras de dientes y con su capacidad para prescindir de alimentos materiales—,

Gracias a su influencia, me había vuelto tan simpático e interesante que la gente se me acercaba mucho más. Además, hacía él más cómoda mi manera de vivir porque ordenaba mi habitación, recogía mis zapatos, lavaba mi ropa y se ocupaba de la decoración.

Decía que no podía presentarse ciego ante nadie.