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Alejandro Jodorowsky,Marianne Costa

Metagenealogía

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  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    sufrimiento existe nada más que a nivel personal; y de igual manera se puede decir que todo lo que es personal, es sufrimiento. Todo aquello que es «yo» hace volver, de una forma u otra, al apego, a la privación de la libertad, a la limitación de las percepciones, a la imposibilidad de una investigación verdaderamente independiente, y vuelve a plegarse a esquemas existenciales impuestos por la familia. Haciendo esto se niega, en todo o en parte, lo que se es, viviendo en consecuencia como un ser totalmente aislado. Este sufrimiento esencial sólo puede superarse en lo transpersonal, en eso que es válido para la humanidad entera. El ser humano es en realidad una humanidad. La noción del individuo solitario es una visión egoísta. El individuo solo no puede existir. En tanto que se permanece cautivo de esa ilusión (positiva o negativa) de vivir como un individuo aislado, se vive en un mundo artificial e imaginario.

    Muy frecuentemente, el trabajo sobre uno mismo comienza por la toma de conciencia de un sufrimiento. Luego llegan las resistencias: nos resistimos a cambiar, y a menudo las necesidades personales entran en conflicto con las transpersonales. Y también sucede con los deseos, las emociones, los pensamientos. En el punto de partida todo ello se presenta como una integridad confusa e intrincada donde conviene clarificar los deseos, necesidades, sentimientos e ideas que nos animan. Algunos nos son propios, pero la mayoría de ellos son herencia del árbol genealógico.

    Al término de un trabajo perseverante e intenso, es posible abrir todos y cada uno de estos centros para hacerles disfrutar la dimensión de la humanidad, y no solamente la de la individualidad. Pero es necesario tener la voluntad de crear una perspectiva objetiva, aislada de los cuatro elementos: una mirada que no sea únicamente la de mis necesidades, la del ser agitado por los deseos que por el momento soy, la de mis emociones y tampoco la de mi intelecto. Esta nueva mirada se divide en dos actitudes, una dirigida hacia el ego y la otra hacia el yo transpersonal, para disolver y conocer por separado el aspecto de cada una de ellas.

    En un primer momento, la mirada sobre el ego es ciertamente dolorosa porque reconoce la pequeñez de nuestra identidad ilusoria: «Yo no soy esto». Es lo que les sucede a quienes se inician en la meditación zen cuan‍
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    Al hablar del individuo como objeto de estudio, conviene matizar a qué aspecto de él nos estamos refiriendo, pues podríamos distinguir tres niveles: el Yo personal (ego), el Yo transpersonal (que tiene en cuenta al anterior) y el Yo esencial.

    Todas las vías de desarrollo personal parten del ego, pasan por el yo transpersonal y desembocan en el yo esencial (al que podríamos también denominar Uno Mismo o dios interior), que es la instancia interna que hay en nosotros y que vive en la unidad.

    Las cuatro energías (cuerpo, libido, centro emocional e intelecto) se manifiestan en el ego y en el Yo transpersonal: todos tenemos necesidades, deseos, sentimientos y pensamientos personales; pero también podemos cultivar necesidades, deseos, sentimientos y pensamientos transpersonales que –superando la esfera del egoísmo limitado– engloben no solamente al individuo sino también al grupo, incluso a la humanidad entera.

    Esto se presenta, en la mayoría de las personas, de una manera desordenada e indiferenciada, y exige, para ponerlo todo en orden, un trabajo personal que pasa siempre por una determinada forma de dolor (disolución del caos, de ese desequilibrio indiferenciado, para reconstituir o «coagular» –como dice la Alquimia– la unidad del Uno Mismo).

    Uno de los elementos esenciales para acometer esta tarea es la voluntad de «encontrarse» a sí mismo, de convertirse verdaderamente en uno mismo. Esta voluntad nos nace fomentada por el ejemplo que vemos en otras personas más avanzadas en el camino del yo auténtico y que manifiestan, a su vez, cualidades de generosidad, de apertura o de abnegación tangibles; de quienes, asimismo, emana un irresistible sentimiento de alegría de vivir, de paz; y que tienen además la cualidad tanto de saber permanecer en silencio como de escu‍
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    Todo este estudio va a estar salpicado de referencias a prácticas religiosas, mágicas o rituales que forman parte del patrimonio de la humanidad y por consiguiente del nuestro, más allá de las eventuales diferencias culturales. En el momento de abordar la cuestión de los ancestros, será necesario que nos alejemos de ese enfoque estrictamente occidental y «civilizado» que sólo asume una posición racional, científica, médica y demostrable. De esta manera, podremos aprovechar las enseñanzas de todas esas prácticas que usan, de un modo especial o no, el Inconsciente humano como una reserva de la posible curación y de la energía vital.

    Si resumimos el discurso actual de la Neurología sobre el funcionamiento del cerebro humano, podríamos decir brevemente que utilizamos su lóbulo izquierdo para el pensamiento racional (el más frecuente en nuestra actividad consciente) y que sus directrices las trasladamos al lóbulo «intuitivo» derecho cuando dormimos. Una mitad del cerebro predomina, pues, cuando estamos en vela y la otra durante el sueño.

    Pero tal división no es absoluta, y con mucha frecuencia nos ocurre que pasamos de un estado racional a uno emocional o intuitivo a causa de una conmoción, un accidente, etc. El cuerpo calloso del cerebro hace en cierta forma de «puente» y es, simbólicamente, el lugar donde se sitúa el ser de la Conciencia, que aprende a pensar y a vivir utilizando los dos lóbulos del cerebro a la vez. Un artista o un chamán funcionan de una forma creativa e intuitiva (se podría decir que abren la puerta al Inconsciente con la práctica del arte o de la intuición) aunque conservando una racionalidad sólidamente anclada en lo real, en la relación con el otro y en el marco social. Para entender esto podríamos usar la imagen del caduceo de Hermes, el báculo por el que dos serpientes entrelazadas trepan hacia lo más alto del mismo, donde las alas serán desplegadas. Las dos serpientes podrían ser los dos lóbulos del cerebro y esa cumbre alada la expansión de la conciencia. Pero una expansión tal no puede realizarse a través de un «paso» científico puro y duro que se base exclusivamente en experiencias reproducibles. En la propia realidad existen experiencias únicas que no se repiten jamás y que no por ello son menos ciertas. Pertenecen a otro orden de acontecimientos –si es que se las quiere catalogar–, que deben
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    en el camino de una realización de esa naturaleza, las fuerzas repetitivas del árbol, de la sociedad y de la cultura pondrán, a toda persona que se halle en pleno camino hacia sí misma, una multitud de obstáculos. El primero de los cuales será el «Yo» personal, la identidad adquirida bajo todas sus formas, desde las más seductoras hasta las más aterradoras. Y además: ideas recibidas, fobias, angustias, conflictos, accidentes, ruinas, etc. Una lista de obstáculos demasiado larga…

    Pero, independientemente de nuestra formación y de nuestra identidad, la propia vida nos presenta sin cesar obstáculos y dificultades: un clima poco favorable, un golpe de mala suerte, una ruina económica, una catástrofe natural, una guerra, una epidemia... Aquí también la lista de calamidades que se pueden presentar a lo largo del camino es interminable.

    Ante estos obstáculos, dificultades o «heridas» tenemos, como nuestros ancestros antes que nosotros, dos posibilidades de actuación: la primera, reaccionar adoptando una actitud ya existente, aplicando una receta más o menos eficaz elaborada en el pasado, y ello en el caso de que mantengamos fidelidad a las fuerzas de imitación y nos comportemos de una manera heredada. Y la segunda, siendo capaces de remitirnos a la Conciencia, a la creatividad, a todo aquello que hay en nosotros y que es más innovador y de una mayor altura, permitiendo simultáneamente que el obstáculo de que se trate se convierta en nuestro maestro, impulsándonos a producir, frente de él, una solución inédita cuyo origen será, en realidad, la Conciencia universal. Y, a continuación, actuaremos como
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    Un campesino recibe la visita de su dios. Se arrodilla ante él y le agradece el haberle otorgado el don de la vida. «Todo te lo debo, pero sin embargo necesito presentarte mis quejas: trabajo para abonar mis terrenos y lograr que el trigo crezca lozano, pero tú me envías huracanes, sequías, pájaros hambrientos, ratones, lluvias torrenciales y plagas. ¿Puedes, por una vez, evitarme estos males?» El dios satisface los ruegos del campesino. Cuando planta la semilla, ningún viento huracanado remece la tierra, el clima es benigno durante todo el año, llueve justo lo necesario, no se asoma ningún pájaro, ningún insecto dañino... Y por falta de obstáculos que vencer, debilitadas, las semillas se pudren en su buena tierra y no llegan a germinar.

    El ser humano avanza triunfando sobre sucesivos obstáculos. El monje zen, por ejemplo, logra alcanzar la iluminación como recompensa a los titánicos esfuerzos que ha hecho para conseguirlo y a haber desterrado de su espíritu todas las ideas parásitas. El santo encuentra la paz en su corazón al rehusar toda clase de discriminación. El héroe se realiza triunfando sobre su miedo a morir. El campeón triunfa sometiéndose a una férrea disciplina. Pero estos cuatro destinos no son una imitación de los de sus ancestros: son propios de esos hombres y mujeres que han sabido reconocer en sus espíritus, en sus deseos y en sus carnes la Conciencia universal, origen de múltiples universos.

    Estas personas han decidido habitar en la eternidad y el infinito, no actuar por medio de mecanismos o automatismos. No se guían por ideas fijas y son capaces de detener el diálogo interior, dominando así a la mente. Acogen cada éxito que alcanzan con la admiración y el candor propios de un niño y abren sus corazones a sentimientos sublimes. Soplan y esparcen las cenizas de todas las tradiciones estereotipadas para, a continuación, reavivar el fuego que produce luz y calor, aquí y ahora.
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    Por ejemplo, ese hijo o esa hija designados para continuar la tradición familiar, para realzar el nivel intelectual o social de la familia, para reparar una serie de muertes habidas dentro del clan o, incluso, para restablecer la reputación familiar teniendo un buen matrimonio o conservando una posición social dada.

    –Inversamente, la «oveja negra» de la familia es portadora de todos los estigmas que el árbol genealógico necesita expulsar de sí pero han recaído sobre uno de sus miembros en particular, convertido en el heredero negativo del árbol: es el hijo que se convierte en alcohólico o drogadicto, la hija «prostituida» que ha elegido una vía que no es conforme con la ideología del clan, el ludópata empedernido que arruina a su mujer y a sus hijos o el fracasado que acaba en la miseria.

    Todos estos casos, presentes de una forma u otra en todas las familias, son fruto de la herencia.

    Desde el momento en que alguien intenta incorporar en su árbol información nueva, la resistencia de éste se va a manifestar bajo la forma de obstáculos de muy diversa naturaleza y, en un primer momento, estos obstáculos nos van a parecer insuperables. Como sucede en las leyendas y los mitos, deberemos enfrentarnos a ellos para, así, transformarlos en etapas de nuestra liberación. Hay un cuento iniciático que resume muy bien esta función esencial que tiene el obstáculo, que interfiere en nuestro camino a través de la Conciencia, de Dios o de la Naturaleza para permitirnos de esta forma fortalecer y asegurar nuestras creencias:

    Un campesino recibe la visita de su dios. Se arrodilla ante él y le agradece el haberle otorgado el don de la vida. «Todo te lo debo, pero sin embargo necesito presentarte mis quejas: trabajo para abonar mis terrenos y lograr que el trigo crezc
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    on arreglo a lo anterior, se podrían establecer doce variaciones o desviaciones de la personalidad al ser invadido (o colonizado) cada uno de los centros por cualquiera de los otros tres. Cuando se emprende un trabajo sobre el yo, es muy útil preguntarse cuáles de estas desviaciones son dominantes en nosotros. De tal manera podremos estudiar cómo nuestro árbol genealógico las ha producido. La lista que aparece a continuación no pretende ser exhaustiva, sino más bien un punto de partida para que reflexionemos.

    El centro intelectual es invadido por el centro…

    …emocional: la afectividad hace al pensamiento demasiado subjetivo, se vuelve impreciso o inconstante, se entusiasma sin motivo o, contrariamente, se desalienta, se infravalora.

    …sexual-creativo: intelecto competitivo, obsesiones sexuales, creatividad desbordante que hace que los pensamientos se desvíen en todos los sentidos.

    …material: pensamiento ultramaterialista, incapacidad para la abstracción, incomprensión de todo lo que sea metafísico.

    El centro emocional es invadido por el centro…

    …intelectual: frialdad afectiva, cálculo, incapacidad para expresar las emociones, rodeos debido a las explicaciones racionales.

    …sexual-creativo: afectos apasionados y posesivos, celos, dependencia afectiva, obsesión sexual.

    …material: chantaje, cálculo, manipulaciones afectivas para obtener un beneficio propio, amor a una persona por lo que tiene y no por quien es.

    El centro sexual-creativo es invadido por el centro…

    …intelectual: enfriamiento, ritualización extrema de la sexualidad, frigidez, impotencia sexual o creativa: se sabe inventar, analizar, pero se es incapaz de crear.

    …emocional: la ternura ocupa el lugar de la sexualidad y se resiste a entrar en la energía del deseo, la creatividad se vuelve sentimental, la libido y la creatividad se infantilizan.

    …material: prostitución, sobrevaloración del cuerpo o del
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    semejantes.

    Esta división nos permite afrontar además otro aspecto del trabajo alquímico: «disolver y coagular», es decir, aislar los elementos específicos que nos componen para reconstruirnos a nosotros mismos como una unidad fluida, dejando así de concebirnos como una entidad sólida y monolítica movida por fuerzas «misteriosas».

    Cuando nuestras concepciones entran en conflicto con nuestras emociones –y en ese mismo instante nuestra realidad material nos dicta seguir un camino que va justo hacia el opuesto a nuestro deseo–, los cuatro centros tiran cada uno de un lado como si fueran cuatro caballos de un mismo tiro pero sin un destino común. El primer paso para ajustar y orientar nuestras energías hacia un objetivo determinado, es identificar qué es lo que ha reemplazado a cada centro. Por ejemplo, desde hace tiempo la moral occidental, aterrada ante la energía sexual, asimiló esta energía a un sentimiento (generalmente, para las mujeres) o a una necesidad (generalmente, para los hombres). Dicho de otra manera: sucede frecuentemente que, por razones culturales, sociales o familiares, una energía se ve «colonizada» por otra. El intelecto, invadido por las emociones, ya no consigue razonar con claridad. La sexualidad, sobrecargada de creencias y prohibiciones, se convierte en una fuente de angustia (como sucedió en el siglo XIX, cuando de forma casi unánime el ámbito médico occidental inventó una serie de peligros, supuestamente mortales, derivados de la sana práctica de la masturbación). En algunas familias, el dinero o la manutención servían como un medio privilegiado o exclusivo para que los padres expresaran el afecto que sentían por sus hijos: así, estos últimos crecieron prisioneros de una gran confusión para diferenciar el centro material y el afectivo, pudiendo conducirlos a desarreglos alimentarios o a conductas autodestructivas con el dinero.

    Con arreg
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    La energía que circula por las neuronas, que los científicos definen como eléctrica, muy bien puede ser pensada como una manifestación de la Conciencia universal que tiende a crear en nuestro cerebro una estructura formada por la totalidad de conexiones posibles entre sus células: la mente grandiosa del hombre futuro. Igualmente, podemos pensar que esta misteriosa energía tiende a unir a todas las conciencias que pueblan nuestro universo. La voluntad familiarsocial-cultural lucha por que el individuo obedezca a la voluntad de los antepasados, que en la mayoría de los casos, por acumulación de ideas, sentimientos, deseos y necesidades heredados, contraría el proyecto espiritual y lo sumerge en bajos niveles de Conciencia.

    El árbol genealógico actúa como una trampa, imponiendo a la perfección del proyecto cósmico de los descendientes sus límites materiales y psicológicos –mezclando temores, rencores, frustraciones, ilusiones–. Ya en el vientre de la madre el feto recibe la orden de imitar el modelo legado por sus ascendientes. La familia no acepta la creación pura y simple, venida de «nada» sin modelo exterior.

    Todo individuo es el producto de dos fuerzas: la fuerza imitadora –dirigida por el grupo familiar, actuando desde el pasado– y la fuerza creadora –manejada por la Conciencia universal desde el futuro–. Cuando los padres limitan a sus hijos obligándolos a someterse a planes, a consignas («serás esto o aquello», «te parecerás a Tal», «nos obedecerás y propagarás nuestras ideas y creencias»), desobedecen los proyectos evolutivos del futuro, sumiendo a la familia en toda clase de enfermedades físicas y mentales. La Conciencia, desde los primeros instantes de su individuación en el feto, padece este conflicto entre crear o imitar. Cuando el niño, al nacer, presenta pocos trazos psicológicos calcados de sus progenitores, podemos pensar que es la Conciencia quien fue capaz de vencer la influencia de los mo‍
  • Mily Sietecompartió una citahace 4 años
    Si bien desde Freud se acepta la existencia de una zona mental no consciente (o sea no percibida por la conciencia de la vigilia), inadecuadamente llamada «Inconsciente» y a la que se atribuye la sede de las pulsiones primitivas, los traumas y los recuerdos tanto personales como colectivos (es decir, la presencia constante del pasado), no se tienen en cuenta los proyectos del futuro (anidados en la materia desde antes de la aparición de la vida) por considerar que el universo se desarrolla sin ninguna finalidad consciente.

    El espíritu humano aspira ante todo a dos cosas: al conocimiento y a la inmortalidad. El Inconsciente, entonces, debería concebirse compuesto de dos zonas: aquella que es producto de las experiencias del pasado –incluyendo en ella nuestros vestigios animales, y a la que se podría seguir llamando «Inconsciente»– y esa otra que encierra en potencia las posibilidades de mutación tendientes a desarrollar seres con Conciencia cósmica –para nada compuesta por experiencias pasadas sino por posibilidades futuras, a las que se capta en estados poéticos y proféticos, que podría recibir el nombre de «Supraconsciente».

    Evolucionamos sobre un planeta que participa en una danza cósmica donde todo va surgiendo, desapareciendo, transformándose. ¿Cómo entonces definirse? Para encontrar la raíz del «uno mismo», un Yo permanente en la impermanencia, debemos situarlo más allá de la materia universal para identificarnos con su centro creador, sabiendo que hemos nacido para participar activamente en la evolución del cosmos. El «yo» individual y el «nosotros» cósmico no pueden
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