la Corte había logrado un doble triunfo: primero, al declarar la inconstitucionalidad del artículo 8º de la Ley de Amparo, los ministros abrieron la puerta para que los tribunales federales revisaran las resoluciones de los tribunales superiores de los estados (siempre y cuando en éstas se hubiera cometido una violación de garantías); y segundo, con esta decisión explicitaron de manera contundente el alcance de sus facultades, eliminando para siempre la creencia de que sólo al Congreso le correspondía fijar el sentido de la ley fundamental. Es por esta razón que, con el tiempo, el amparo Vega sería considerado como el equivalente mexicano del caso Marbury versus Madison (1803), cuya polémica sentencia permitió a la Suprema Corte de Estados Unidos asumir sus amplios poderes de revisión constitucional (los cuales no se mencionan en la Constitución de Filadelfia).