No hay nada más hipócrita y cruel que la política internacional, pues todo lo que en ella se gesta y realiza está basado exclusivamente en los intereses de cada país, los cuales son siempre efímeros y cambiantes, y muy poco o nada tienen que ver con los de los demás Estados. La política nacional también es despiadada y cainita, sin ningún miramiento hacia el adversario político, pues cualquier medida que contra él se adopte se considera legítima mientras sirva para debilitarlo y expulsarlo del poder, con la única intención de ocupar su lugar.