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Libros
Andrés Montero

La muerte viene estilando

Quedarse en pana en medio del campo chileno es también enredarse en su mitología. Abrir este libro es eso: escapar de la angustia cotidiana para desprenderse hacia un mundo anacrónico, desconocido.

El fundo Las Nalcas, los patrones y sus hijos, arrieros, potros chúcaros, pescadores, bandoleros y viejos que antes de partir siguen jugando al truco. Sus historias, cruzadas a través de todos los relatos, bajo el manto de una prosa líquida tan fluida como refrescante, discurren sin formas, sin predestinaciones, pero con un sentido único. Lo cierto es que la muerte, como la lluvia, siempre caerá.

Después de publicar las novelas Tony Ninguno y Taguada, el narrador chileno Andrés Montero, ganador del Premio Iberoamericano de Novela de la Ciudad de México Elena Poniatowska 2017, continúa profundizando desde la literatura en la tradición oral y los fantasmas que esperan lejos del tejido urbano y las oficinas.
109 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
La pollera
Publicación original
2021
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Opiniones

  • Tita Garcíacompartió su opiniónel año pasado
    👍Me gustó

    Conmovedor y preciso

  • catacompartió su opiniónhace 7 meses
    👍Me gustó

Citas

  • catacompartió una citahace 7 meses
    y seguiría vivo el espíritu de los que habían partido en la espera del amanecer y de la noche, y ahí seguiría, dando compaña, cuando un día los de aquí vieran venir a la muerte estilando por los senderos verdes y oscuros del final de la tierra
  • catacompartió una citahace 7 meses
    —Yo sé que mi vida no ha sido nada del otro mundo, hijo —dijo la vieja después de un rato—. Lo mismo todos los días: que la cocina, que el telar, que la preocupación por el viejo que iba a volver curado y tenía que levantarse temprano, y luego por usted que no llamaba nunca del norte. Todos los días lo mismo. Pero esta ha sido mi vida y ha tenido cosas bonitas. Un día fui madre: usted me hizo madre. Y ese día tuve en mis brazos a una cosita que había salido de mí misma y que tenía un corazón que latía. Y cuando pequeña escuché historias de mis abuelos acurrucada cerca del brasero, y aprendí el oficio de tejedora de mi propia madre. Y ahora de vieja salgo todavía a caminar y a mirar el mar, y a veces me hago una agüita de boldo con harta azúcar. Y los sábados me levanto a preparar un almuerzo rico porque viene usted, y cuando le oigo los pasos el corazón se me acelera de la emoción. Y es verdad: ya tengo más de ochenta años y sé que me voy a morir en un tiempito más. Y cuando estos viejos de la caleta se mueran también, y cuando se muera usted, nadie se va a acordar de mí, así como poco a poco a mí misma me va siendo cada vez más difícil recordar la cara de Florencio, y la de Rubén, y también la del padre Jerónimo, y hasta me olvido de cómo era mi pobre vecina Jimena, que en paz descanse, tan joven que partió. Pero a mí eso no me preocupa, no me preocupa que cuando yo muera a usted mismo le cueste recordar mi cara y mi voz. ¿Sabe por qué? Porque lo tuve a usted en mis brazos, y porque aprendí a tejer con mi madre, y porque me he tomado miles de agüitas mirando el mar. Eso nadie lo sabe y a nadie le importa y por lo mismo está claro que nadie lo va a recordar, pero yo lo tengo acá adentro, y cuando venga la muerte la podré mirar y preguntarle cuántos hijos tuvo ella, cuántas cucharadas de azúcar le puso a sus tecitos, cuántas veces vio una gaviota lanzarse en picada al mar y salir de vuelta hacia el cielo con un pescado. Y la muerte no me va a poder decir nada, porque la muerte es eso: la muerte. La muerte es la envidiosa de los que tuvimos una vida. Y no sabe la envidia que le da cuando ve que otra gente va a despedirse del que se está llevando, cuando escucha a esa gente hablar y decir cosas bonitas del muerto; no sabe usted, Martín, toda la rabia que siente la muerte por cada lágrima que se derrama por un finado, porque nunca nadie va a derramar una lágrima por ella
  • catacompartió una citahace 7 meses
    Yo no entiendo mucho de estas cosas, hijo, ¿sabe? Pero alguito le voy a decir. Mire, venimos al mundo una sola vez, la misma Biblia lo dice. Y bueno, usted tiene razón, en esta caleta nadie hizo nunca una cosa de la que la gente se vaya a acordar después. ¿Pero qué importa? La vida es así. Es como una oportunidad.

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