una bocanada profunda y niega con la cabeza―. Ella tiene todo aquello que yo deseo.
―¿Y qué es eso? ―pregunto, con el corazón a punto de estallar por lo fuerte que late.
―A ti, Arturo Lagos. ―Desliza el dedo índice por el puente de mi nariz―. Te quiero a ti.
Sonrío de oreja a oreja y uno mi frente a la suya. Euforia, alegría, determinación, ansiedad, terror… Miles de sentimientos me invaden de golpe, y solo puedo pensar en una cosa: «La amo, joder. Esto sí es amor».
―Me tienes ―afirmo justo antes de estrellar mi boca contra la suya.