, habló de un Dios que lo ve todo. Ni Jehová, ni el Dios cristiano, ni Alá pudieron crear el mundo en el que vivimos. Este mundo en el que nada depende de nada, en el que el sol brilla con igual indulgencia para el cordero y el tigre, para la mosca y el elefante, para el escorpión y la mariposa, para la flor y la encina, para el rey y el mendigo. Un mundo en el que la enfermedad ataca tanto al justo como al malvado, al fuerte como al débil, al inteligente como al idiota. Un mundo en el que la dicha y el dolor están ciegamente sembrados a los