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Jorge Ibargüengoitia

La Ley De Herodes

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Once cuentos autobiográficos en donde se narran anécdotas con finales moralizantes. Donde la moraleja de la que hablo no es más que la ley (que por cierto aún está discutiendo el Congreso) que da título a la obra: La ley de Herodes O te chingas o te jodes. En medio de personajes variopintos cada cuento se desarrolla en un México que peca de ojete y al mismo tiempo de mojigato. Podemos distinguir de entre una anécdota de putas, amantes varias, boyscouts, un sospechoso agente de la CIA y hasta los trámites para legalizar un terreno que pertenecía tanto al gobierno, a una congregación religiosa y a civiles —justo como el México de antes de la reforma—. Todo esto aderezado con el humor negro característico de Ibargüengoitia.
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119 páginas impresas
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Opiniones

  • Ale Ramoscompartió su opiniónhace 6 años
    👍Me gustó
    😄Divertido

    Muy divertidos, su ironía imprescindible en sus relatos.

  • Klau Vázquezcompartió su opiniónhace 5 años
    👍Me gustó
    🌴Perfecto para la playa

    Este libro está compuestos por cuentos y el autor ha querido dejar al lector con varias ideas en la cabeza, pues a mi me da en pensar que pudieron ser anécdotas y no cuentos, que todo es real o inventado o soñado. En fin un libro que simplemente quiere q entiendes q “o t pones vivo o t friegan”

  • Brian Alvarezcompartió su opiniónhace 6 años
    👍Me gustó
    🚀Adictivo

    El último relato me agradó bastante, en este libro de cuentos cortos me agradó más el humor del escritor que en otras de sus obras.

Citas

  • Enrique Cuellarcompartió una citael año pasado
    En mi rostro se notaban la imbecilidad en materia económica que es propia de los artistas y la solvencia moral propia de la «gente decente».
  • Enrique Cuellarcompartió una citael año pasado
    Para calentar la comida rompí unos troncos descomunales con mis manos desnudas y ampolladas y soplé el fuego hasta casi perder el conocimiento: luego trepé en una roca y me tiré de clavado desde una altura que normalmente me hubiera hecho sudar frío; pero lo más espectacular de todo fue cuando me dejé ir nadando por un rápido y ella gritó aterrada.
  • Enrique Cuellarcompartió una citael año pasado
    Uno de los niños, que tenía complejo de Edipo, me escupía cada vez que me acercaba a ella, gritando todo el tiempo: «¡Es mía!» Y luego, con una impudicia verdaderamente irritante, le abrió la camisa y metió ambas manos para jugar con los pechos de su mamá, que me miraba muy divertida

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