La mitad evanescente

Se ofreció a acompañarla no por amabilidad si no porque Desiree quería a Stella, y así funcionaba el amor, ¿o no? Una transmisión, que te asaltaba si te acercabas demasiado.

—Métete en tus puñeteros asuntos —dijo Stella.

—Van a odiarme de todos modos —respondió Loretta—. Para eso, que me odien en mi casa grande, llena de cosas bonitas.

Uno nunca sabía quién podía hacerle daño hasta que era demasiado tarde.

Este viejo mundo tan grande, y solo disponemos de una vez para pasar por él. No hay nada más triste, si quieres saber mi opinión.

Pese a su agotamiento, se echó a reír al verlo, su llegada tan inesperada como el repentino inicio de la primavera.

Ser blanca se reducía a actuar como si lo fueras.

Ese era el problema: nunca se podía amar a dos personas exactamente igual.