siempre me pregunté qué demonios podían entender gentes como los Ochoa, Pablo Escobar, Carlos Lehder o Rodríguez Gacha de cuadros, estatuas, tapices y jarrones, pero con el tiempo aprendí que no hay juez en este mundo que pueda discutir si un Goya, un Rembrandt o un jarrón vale tanto o cuánto, lo cual se presta al parecer a infinitos enjuagues.