La estatua de sal

Fue la primera, instintiva vez, que mi boca cumplió gustosa y súbitamente experta una caricia que me llenó de gozo.

Sentí, y deseé, la muerte. El mundo se me oscureció. Todo el arsenal de mis culpas abrumó en un instante de absoluto naufragio mi total desconcierto.

Recibían de San Luis alguna pequeña pensión o renta, cuyo monto su vocación teatral, su aptitud de simulación egregia, sin duda ya se ejercitaba en exagerar;

tas; cuando la anestesia de sus deslumbradores espejismos obró sobre mi frigidez sexual

Así, cuando hube bebido toda la seducción de sus ofer

o porque nuestra complicidad hubiera alcanzado la templanza amistosa de las confidencias que los amantes se ocultan, pero que los camaradas se complacen en comunicarse

si violáramos su adormecido secreto,

a vigilar el aseo de las jaulas de sus pájaros cantadores.

que ese destino de abyecta, súbita e irremediable segregación me aguardaba en la vida, en cuanto cada uno de estos seres equilibrados y normales que tenían novias y acariciaban a las putas, fuera descubriendo que yo, en cambio, alentaba una sed angustiosa e irrefrenable por el beso de un héroe cinematográfico

cumpliría en mi curiosidad su aventura.