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John Henry Newman

Sermones Parroquiales / 4

Entre 1835 y 1838, periodo al que pertenecen los sermones que encontramos en este cuarto volumen de la serie de los Sermones Parroquiales, Newman se halla en plena evolución desde el anglicanismo hacia el catolicismo. Su batalla contra el racionalismo liberal de los protestantes, que considera corruptor de la fe y ajeno al anglicanismo reformado que él promueve, tiene ya una formulación: la Via Media.

A pesar de la declarada intención «práctica» de sus sermones, Newman tiene claro que «el fin de la predicación no es convertir a la gente» sino que «el predicador cristiano, al emplear sus propias palabras, no puede pretender ser más que un Juan Bautista que prepara el camino del Evangelio». Y el poder del Evangelio para convencer y convertir está en “la Iglesia, los sacramentos, etc., y en la vida de las personas buenas”.
410 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2011
Año de publicación
2011
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Citas

  • gustavo chiodicompartió una citahace 4 años
    Tales son las armas que utiliza la fe, pequeñas en apariencia, aunque «no son carnales, sino que Dios las hace poderosas para derribar fortalezas» (2 Cor 10,4); despreciadas por el mundo, parecen una simple palabra, un simple símbolo, o pan y vino nada más; pero Dios eligió la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes y la necedad del mundo para confundir a los sabios; y así como todas las cosas empiezan pequeñas, a partir de semillas y elementos invisibles e insignificantes, así también, cuando Dios renovó la raza del hombre y cambió el curso de la vida humana y los asuntos terrenos, eligió cosas de poco valor para que fueran los rudimentos de su obra, y dispuso que creyéramos que podía actuar a través de ellas, y así lo hizo.
  • juan diego esquivias padillacompartió una citael año pasado
    nadie que se mire a sí mismo y a Dios con seriedad, puede considerarse meritorio a los ojos de Dios
  • juan diego esquivias padillacompartió una citael año pasado
    El día y la noche se siguen mutuamente con menos constancia que al pecado sigue el castigo.

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