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Lisa Kleypas

Secretos De Una Noche De Verano

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  • compartió una citahace 2 años
    La felicidad, ese efímero resultado del éxito, era una señal segura de la autocomplacencia. Y, por naturaleza, Simón jamás podría ser auto complaciente, como tampoco se daría nunca por satisfecho; ni quería llegar a estado..
  • compartió una citahace 2 años
    Simón adoraba el lenguaje de la economía, los factores de riesgo, la interacción del mercado con la industria y la política...,
  • compartió una citahace 2 años
    La ley de la naturaleza dictaba la supervivencia de los más fuertes y, en cuanto a los más débiles, era mejor que corrieran a esconderse
  • compartió una citahace 2 años
    Simón Hunt había aprendido a una edad temprana que, dado que el destino no lo había bendecido con sangre azul ni con riquezas ni con algún don extraordinario, tendría que labrarse su propia fortuna en un mundo que, a menudo, resultaba ser poco caritativo.
  • Elena Herpercompartió una citahace 3 años
    —. Querido señor Hunt, bienvenido a casa. ¿Le ha gustado París?

    —Mucho más de lo que puedo expresar con palabras —replicó Simon con calidez al tiempo que se inclinaba para besarla en la mejilla que le ofrecía. No miró a Annabelle cuando añadió—. Disfruté especialmente del champán.

    —Vaya, no me cabe duda —respondió Philippa—. Estoy segura de que cualquiera que… Annabelle, querida, ¿qué estás haciendo?

    —Sólo quiero abrir la ventana —dijo Annabelle con voz estrangulada; su rostro había adquirido el color de las remolachas al escuchar el comentario de Simon y recordar la noche que él había utilizado una copa de champán para un uso especialmente creativo—. Hace un calor espantoso aquí dentro… ¿Por qué demonios están cerradas las ventanas en esta época del año? —Sin mirar a nadie a la cara, forcejeó con el pestillo hasta que Jeremy fue a ayudarla.
  • Elena Herpercompartió una citahace 3 años
    —No podía creer lo que veían mis ojos cuando leí la carta de mamá en la que me contaba que ibas a casarte con Simon Hunt —le dijo—. Después de todas las cosas que has dicho sobre él estos dos últimos años…

    —Jeremy —lo reprendió Annabelle—. ¡No te atrevas a repetir nada de eso!

    Sin parar de reír, Jeremy mantuvo un brazo alrededor de su hermana y le tendió la otra mano a Simon.

    —Felicidades, señor. —Mientras se estrechaban las manos, dijo con picardía—. En realidad, no me ha sorprendido ni lo más mínimo. Mi hermana se ha quejado de usted tanto y durante tanto tiempo que sabía que debía de sentir algo fuerte por usted.

    La cálida mirada de Simon se posó sobre su esposa, que había fruncido el ceño.

    —No puedo imaginarme de qué podía quejarse… —dijo con descaro.

    —Creo que dijo… —comenzó Jeremy y, acto seguido, compuso una mueca exagerada cuando Annabelle le dio un codazo en las costillas—. De acuerdo, no diré nada —dijo al tiempo que alzaba las manos a la defensiva sin dejar de reír, mientras se apartaba de ella—. Me limitaba a mantener una conversación educada con mi recién estrenado cuñado.

    —En las «conversaciones educadas» se habla sobre el tiempo, o se pregunta acerca de la salud de alguien —le informó Annabelle—. En absoluto se discute acerca de ciertas revelaciones potencialmente embarazosas que una hermana haya hecho en confidencia.

    Deslizando un brazo alrededor de la cintura de Annabelle, Simon la apretó contra su pecho y bajó la cabeza para susurrarle al oído:

    —Puedo hacerme una ligera idea de lo que dijiste. Después de todo, te mostrabas muy dispuesta a decírmelo cara a cara.
  • Elena Herpercompartió una citahace 3 años
    —Si lo que querías era avergonzarme, lo has hecho muy bien… ¿Qué estás haciendo? —El vestido se le había aflojado a la altura de los hombros y cayó en la cuenta, desconcertada y sorprendida, de que Simon le había desabrochado varios botones—. Simon —siseó—, ¡no te atrevas! ¡No, para ya! —Trató de alejarse de él, pero la alcanzó sin problemas.

    —Te queda un minuto.

    —No seas tonto —le dijo sin más—. De ningún modo podremos llegar a la habitación en menos de un minuto y tú no… —Dejó la frase a la mitad, soltó un pequeño chillido al notar que Simon le desabrochaba otro botón y se giró para apartar las traviesas manos de su marido. No obstante, en cuanto lo miró a los ojos se dio cuenta, por difícil de creer que fuera, de que estaba más que dispuesto a cumplir su amenaza—. Simon, ni se te ocurra.

    —Sí. —Sus ojos reflejaban cierta diversión felina y en su rostro se adivinaba una expresión que Annabelle había llegado a conocer muy bien.

    La mujer se recogió las faldas y se dio la vuelta para comenzar a correr escaleras arriba, jadeando entre ataques de carcajadas provocados por el pánico.

    —¡Eres imposible! No te acerques a mí… Eres… ¡Señor, si alguien nos ve de esta manera, nunca te lo perdonaré!
  • Elena Herpercompartió una citahace 3 años
    —. Mire la mano con la que tengo que jugar. ¿Me puede dar algún consejo útil?

    Él deslizó las manos por los costados de la silla e inclinó la cabeza para murmurarle al oído:

    —Sí, termina rápido la partida.

    Consciente de las miradas curiosas de las demás mujeres, Annabelle mantuvo una expresión imperturbable, incluso cuando notó que el rubor comenzaba a teñirle el cuello.

    —¿Por qué? —preguntó, con la boca de Simon aún pegada a su oído.

    —Porque voy a hacerte el amor dentro de cinco minutos exactamente —le susurró—. Ya sea aquí…, en nuestra habitación…, o en las escaleras. Así que si quieres un poco de privacidad, te sugiero que pierdas esta partida deprisa.

    «No se atrevería», pensó Annabelle
  • Elena Herpercompartió una citahace 3 años
    El anillo resplandeció entre destellos cuando Simon lo sacó de la caja. Acto seguido, cogió la mano de Annabelle y deslizó el anillo en el dedo anular, junto al sencillo aro de oro que le pusiera el día de su boda.

    Admiraron juntos cómo quedaba el anillo en su mano, hasta que ella le arrojó los brazos al cuello con una exclamación de regocijo. Antes de que Simon pudiera reaccionar, su esposa se separó de él y comenzó a bailar descalza.

    —Es tan bonito… ¡Mira cómo brilla! Simon, deberías marcharte… Sé muy bien que ahora mismo parezco una mercenaria. Pero no importa, porque lo soy, y será mejor que lo sepas. ¡Dios mío, adoro este anillo!

    Disfrutando de su dicha, Simon atrapó el esbelto cuerpo femenino y lo apresó contra el suyo.

    —No voy a irme —le dijo—. Es mi oportunidad para recolectar los beneficios de tu gratitud.

    Entusiasmada, Annabelle lo obligó a bajar la cabeza y unió sus labios a los de él.

    —Y eso es lo que vas a hacer. —Le dio otro ardiente beso en los labios—. Ahora mismo.

    Simon se rió entre dientes al reconocer un asalto en toda regla.

    —Sin duda debería decirte que verte feliz es un pago más que suficiente. Claro que, si insistes…

    —Pues sí, ¡insisto! —
  • Elena Herpercompartió una citahace 3 años
    —Él no te conoce.

    —¿Y tú sí?

    —Sí. Yo sí te conozco. —Alargó un dedo y le acarició un mechón de pelo húmedo que se había adherido a su cuello—. Te proteges con mucho celo. No te gusta depender de nadie. Eres ambiciosa, de carácter fuerte y decidida a la hora de mostrar tus opiniones. Por no mencionar tu testarudez. Pero nunca egoísta. Y ninguna persona con tu inteligencia podría ser tachada jamás de superficial. —Dejó que su dedo vagara hacia los sedosos mechones que caían tras su oreja. Sus ojos se iluminaron con un brillo travieso al añadir—. También eres deliciosamente fácil de seducir.

    Con una carcajada de indignación, Annabelle alzó un puño como si quisiera golpearlo.

    —Sólo para ti.
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