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Enrique García-Máiquez López

Un paso atrás

  • juan diego esquivias padillacompartió una citael año pasado
    a mejor salsa del mundo, um, es el hambre.
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    alguno de esos atentos ateos o agnósticos seguros de sí mismos o laicos del montón que —misericordiosos— me leen ha llegado hasta este párrafo (Dios se lo pague), me dará un buen golpe de pecho, exclamando con mirada inquisitiva: «¡Pero, hombre, esos propósitos nos los hacemos todos sin tantas liturgias!, y además vamos al gimnasio». Yo me alegro por ellos. No les niego que sacrificarse sea algo común y, más aún, irremediable. Algunos comodones, sin embargo, necesitamos un empujón sobrenatural para hacer lo más natural del mundo, y la Iglesia se adapta a nuestra condición como un guante. O a los ciclos de la naturaleza, esto es, al hermoso resurgir inesperado de cada primavera. O a los ritos precristianos. Lo que ustedes decidan me parece bien. En estos cuarenta días con sus cuarenta noches, otro de mis firmes propósitos es no discutir.
  • juan diego esquivias padillacompartió una citael año pasado
    na condición de la extrema belleza —vio Simone Weil— es la de estar casi ausente, o por la distancia o por la fragilidad. Los astros son inmutables, pero están muy lejanos; las flores blancas están ahí, pero ya casi destruidas». A la belleza le avergüenzan las demostraciones de fuerza, porque le sobra. Aun así, o en sordina o de paso o desde lejos, nos llama y nos compromete y, a poco que nos acerquemos, nos hinca de rodillas.
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    Benedicto XVI, sin embargo, me ha recordado en su discurso a los artistas del 21 de noviembre que la belleza no es fácil ni manejable. La belleza hiere, nos abre los ojos, nos pega —dice el Papa citando a Platón— una saludable sacudida. Nos obliga a salir de nosotros, nos arranca de la resignación y del acomodamiento y nos hace sufrir, como un dardo que, al pinchar, nos despierta.
    Y aun va más allá. El arte es una via pulchritudinis: un camino hacia al misterio último, hacia Dios. La belleza, señala Hans Urs von Baltasar, es «la aureola de resplandor imborrable que rodea a la estrella de la verdad y el bien, y su indisociable unión». Gustavo Adolfo Bécquer (al que se toma, porque se le lee en la adolescencia, como un poeta de adolescentes, siendo mucho más) apuntaba ahí cuando, al ver a su amada, suspiró: «¡Hoy creo en Dios!» Tampoco fue un frívolo Sebastian Flyte, el personaje de Retorno a Brideshead al confesar a su amigo Charles Ryder que el Portal de Belén y los Reyes Magos y la estrella y los villancicos, todas esas cosas tan bonitas, eran un fundamento firme de su fe... precisamente por ser tan bonitas.
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    Debe de existir, conservado desde el paleolítico en algún repliegue del cerebro, un profundo instinto cazador-recolector
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    goces del Paraíso, nos informó Dante, que estuvo allí, ni se consumen ni se disputan, se multiplican.
  • juan diego esquivias padillacompartió una citael año pasado
    Juan Peña: «La felicidad no es cara. / Basta para ser feliz / tener sed y beber agua».
  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 2 años
    Permítame esta confesión de raigambre kierkegaardiana: somos lo que seamos para Dios. Somos, por tanto, un misterio sin fondo, porque nos define su interés interminable y su amor inagotable. Por eso tiene tanta gracia la respuesta de los personajes de Cosa de risa, la novela de William Saroyan, a una pregunta sobre su hija: «Dios sabrá quién es, pero se llama Fanny».
  • juan diego esquivias padillacompartió una citahace 2 años
    ¡Qué inquietante que el único rostro que no podemos observar directamente sea el nuestro!
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