Permítame esta confesión de raigambre kierkegaardiana: somos lo que seamos para Dios. Somos, por tanto, un misterio sin fondo, porque nos define su interés interminable y su amor inagotable. Por eso tiene tanta gracia la respuesta de los personajes de Cosa de risa, la novela de William Saroyan, a una pregunta sobre su hija: «Dios sabrá quién es, pero se llama Fanny».