Y qué más daba una u otra, ésta o aquélla? Si abandonas tu ciudad, si rompes amarras, lo demás es igual, siempre igual, dondequiera que estés, ¿o no? El cordón umbilical se ha cortado y después del corte todo es en verdad lo mismo y además se ve y se corrobora que nunca perteneces a nada, ni siquiera a la suma de calles y razones que parecen componer tu ciudad. Jamás perteneces, en efecto, y si te obstinas en la pertenencia siempre queda esa zona oculta de la mente que la repudia, que se enrosca contra ella como un erizo.