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Jeanette Winterson

Fruta prohibida

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  • c a t hcompartió una citahace 5 años
    Escribí Fruta prohibida durante el invierno de 1983 y la primavera de 1984. Tenía veinticuatro años. En aquel entonces compartía dos habitaciones y una bañera de asiento con la actriz Vicky Licorish. Ella no tenía dinero y yo tampoco; como no podíamos permitirnos el lujo de poner lavadoras con solo la ropa blanca, agradecíamos que estuvieran de moda las bragas de colores, pues así esas prendas asociadas íntimamente con nuestra autoestima no acababan volviéndose grises. La grisura es la muerte para los escritores. La mugre, la incomodidad, el hambre, el frío, los traumas y los dramas carecen de importancia. He tenido todas esas cosas en abundancia y solo han servido para alentarme, pero la grisura, los límites reducidos y húmedos de la mediocridad, la corrosión paulatina de la belleza y la luz, el hacer concesiones y acomodarse…, todo eso imposibilita el buen trabajo. Keats se ponía una camisa limpia cuando se deprimía.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Fruta prohibida es una novela amenazadora. Muestra la inviolabilidad de la vida familiar como una impostura; ilustra con el ejemplo que lo que la iglesia llama amor es en realidad psicosis; se atreve a señalar que lo que complica la vida a los homosexuales no es su perversidad, sino la de los demás.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Sin embargo, debo recordar que no todos los sitios oscuros necesitan luz.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Pensé en la perra y de pronto me sentí muy triste; triste por su muerte, por la mía, por las agonías ineludibles que acompañan al cambio. Toda elección supone una pérdida. Pero la perra estaba sepultada en la tierra y las cosas que yo había enterrado se exhumaban por sí solas: miedos fríos y húmedos, pensamientos peligrosos y las sombras que había reservado para momentos más oportunos. No podía guardarlas para siempre, el día del ajuste de cuentas acaba por llegar. Sin embargo, debo recordar que no todos los sitios oscuros necesitan luz.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    Se rió y añadió que probablemente veíamos lo ocurrido de maneras distintas… Volvió a reír y afirmó que como yo lo veía sería un buen relato, que su visión se limitaba a la historia, a los hechos de nada de nada. Dijo que esperaba que yo no guardara ninguna carta, que era absurdo aferrarse a cosas que no significaban nada. Como si las cartas y las fotos lo volvieran más real, más peligroso. Le respondí que no necesitaba sus cartas para recordar.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    El tiempo es un gran atemperador; la gente olvida, se harta, envejece, se marcha. Dijo que, en un sentido histórico, entre nosotras no había ocurrido gran cosa. Pero la historia es una cuerda llena de nudos, lo mejor que puedes hacer es admirarla y, si acaso, hacerle más nudos. La historia es una hamaca en la que mecerse y un juego para jugar.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    ¡Y pensar que cuando me dejó creí que tenía envenenada la sangre! No podía olvidarla. Ella parecía haberlo olvidado todo. Tuve ganas de zarandearla, de desnudarme en medio de la calle y gritar: «¿No recuerdas este cuerpo?».
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    De algo estoy segura: no quiero que me traicionen, un deseo que cuesta manifestar con naturalidad al comienzo de una relación. No es una palabra muy usada, lo que me desconcierta, pues hay diversos tipos de infidelidad pero la traición es traición dondequiera que aparezca. Por traición entiendo comprometerse a estar de tu parte y luego ponerse de la de otro.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    El desconocimiento de mis necesidades me asusta. Ignoro si son grandes o elevadas; solo sé que no se satisfacen.
  • c a t hcompartió una citahace 4 años
    El amor romántico se ha diluido en forma de libro en rústica y ha vendido miles de millones de ejemplares. El original sigue en alguna parte, escrito en tablillas de piedra. Cruzaría mares, sufriría insolaciones y daría cuanto tengo, pero no por un hombre, pues los hombres quieren ser los destructores y nunca los destruidos. Por eso no están preparados para el amor romántico. Hay excepciones y espero que sean felices.
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