Pero si no puedo creer siempre en mí, puedo creer en Johanna. Y en Sim. Y en Sybille Glass, Artemisia Gentileschi, Sophia Brahe, Marie Fouquet, Margaret Cavendish y cada mujer que vino antes que nosotras. Nunca he dudado de las mujeres que existieron antes que yo o de que ellas merecían un lugar en la mesa.