La mujer negra se ve atacada en la juventud por todas esas fuerzas comunes de la naturaleza y, al tiempo, atrapada en el triple fuego cruzado del prejuicio masculino, el ilógico odio blanco y la falta de poder de los negros.
Con frecuencia se muestra asombro, desagrado e incluso beligerancia ante el hecho de que la mujer negra americana adulta desarrolle un temperamento fuerte. Raras veces se lo acepta como el resultado inevitable de la batalla ganada por los supervivientes, que merece respeto, si no aceptación entusiasta.