Si el cuerpo es aquello que inaugura el proceso de su propia espectralización a través de la escritura, entonces está y a la vez no está determinado por el discurso que genera. Si existe una materialidad del cuerpo que escapa a las figuras que condiciona y que lo corroen y acosan, entonces este cuerpo no es ni una superficie ni una sustancia, sino la ocasión lingüística de la separación del cuerpo de sí mismo, que elude su captura a partir de la figura que fuerza.