Pero también el cuadro de un ser querido o algún recuerdo de casa colgando en el retrovisor de un carro como signos que cargan al trabajador de fuerza y sensibilidad para ejecutar de forma más eficiente su trabajo. Y no solo para llamar al trabajador de vuelta al trabajo o hacer de su tiempo lúdico (no laboral) un tiempo productivo: la semiótica actualmente se encuentra incluso en el trabajo global, como lo precisan los semiósofos8 italianos Rossi-Landi (1970), Paolo Virno (2003a, 2003b, 2005), Christian Marazzi (2014)9 y Maurizio Lazzarato (2007, 2006, 2006b). Estos autores señalan una dimensión semiótica esencial en la producción contemporánea del mercado; es decir, comprenden que actualmente el producto del trabajo en el mercado global deja de ser un objeto físico para pasar a ser un signo (trabajo inmaterial): red de transporte privado a través de software, aplicaciones geolocales para concretar citas, asesorías corporativas, redes de cooperación laboral, creativos publicitarios que producen conceptos, etcétera. El trabajo mismo pasa por un asunto semiótico, por signos intelectuales, afectivos y técnicos-científicos más que productivos de mercancías y objetos10. Incluso, Rossi-Landi (1970) señala a la economía como el estudio de las semióticas y sus mensajes; es decir, el estudio de algo semiótico (el dinero, la deuda, la confianza) que ocurre entre la producción y el consumo en un mercado.