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Arthur Schnitzler

Relato soñado

  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    Y otra vez recordó que, posiblemente, llevaba en su cuerpo el germen de una enfermedad mortal. ¿No sería demasiado estúpido morir porque un niño enfermo de difteria le había tosido en la cara? Quizá estaba ya enfermo.
  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    ¿Qué le importaba la vida de otro, qué su propia vida? ¡¿Había que jugársela siempre sólo por deber, por espíritu de sacrificio, y nunca por capricho, por pasión o, simplemente, para medirse con el Destino?!
  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    Cualquiera que fuera el riesgo, estaba decidido a aclarar, en cuanto pudiera, aquella aventura. Le parecía que su vida no tenía ya el menor sentido si no lograba encontrar de nuevo a la incomprensible mujer que, en aquellos momentos, estaba pagando el precio de su salvación. Qué precio, era muy fácil de imaginar. Pero ¿qué motivo tenía ella para sacrificarse por él? ¿Sacrificarse…? ¿Era una mujer para la que lo que la aguardaba ahora, aquello a lo que se sometía, significara un sacrificio?
  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    —No se trata ahora de ninguna satisfacción —dijo el caballero vestido de rojo, que hasta entonces no había hablado— sino de expiación.
  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    —Es una desgracia —dijo el caballero de amarillo, porque aquí da igual haber olvidado la contraseña que no haberla sabido nunca
  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    En aquel momento, nadie parecía ocuparse de él. Quizá fuera aquélla su última posibilidad de alejarse impunemente. Pero él mismo no sabía qué lo mantenía paralizado en su rincón, en donde no se sentía ahora visto ni observado… si el temor a una retirada sin gloria y un tanto ridícula;
  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    Fridolin se encontró solo, y ese abandono súbito cayó sobre él como una helada.
  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    Fridolin estaba como borracho, no sólo de ella, de su cuerpo perfumado, de su boca al rojo, no sólo por la atmósfera de aquella sala, por los secretos voluptuosos que lo rodeaban…; estaba ebrio y sediento a la vez de todas las experiencias de aquella noche, ninguna de las cuales había terminado; de sí mismo, de su audacia, de la transformación que sentía en su interior. Y rozó con las manos el velo que envolvía la cabeza de ella, como si quisiera quitárselo.
  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    Un temblor recorrió el cuerpo desnudo de ella, transmitiéndosele a él y ofuscándole casi los sentidos.

    —No puede estar en juego más que mi vida —dijo—, y para mí tú la vales en este momento.

    Le cogió las manos, tratando de atraerla hacia sí. Ella susurró otra vez, como desesperada:

    —¡Vete!

    Él se rió, oyendose como se oye en los sueños.

    —Ahora comprendo dónde estoy. ¿No estáis ahí, todas vosotras, para que se vuelva uno loco al veros? Sólo quieres divertirte especialmente conmigo, para volverme completamente loco.

    —¡Va a ser demasiado tarde, vete!

    Él no quiso escucharla.
  • Johhny Medinacompartió una citael mes pasado
    sala de enfrente, en cambio, resplandecía con claridad cegadora, y las mujeres estaban allí inmóviles, todas con velos oscuros en torno a la cabeza, frente y nuca, y con máscaras negras de encaje en el rostro, pero por lo demás totalmente desnudas. Los ojos de Fridolin erraban sedientos de las figuras exuberantes a las esbeltas, de las delicadas a las espléndidamente en flor…; y como cada una de aquellas mujeres desnudas seguía siendo un misterio y, desde sus máscaras negras, unos ojos grandes lo miraban resplandecientes como el más insoluble de los enigmas, el placer inefable de mirar se transformó para él en el tormento casi insoportable del deseo.
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