Utopías Cotidianas

Tanto la historia como los estudios empíricos recientes llevados a cabo en todo el mundo, desde Noruega hasta Japón, nos han enseñado que las formas de vida más comunitarias pueden reducir la soledad y el estrés para todo el mundo, además de ser menos perjudiciales para el medio ambiente. Entonces, ¿por qué vivimos como vivimos

Nuestras economías competitivas veneran el individualismo y el egoísmo ilustrado hasta que alguien empieza a llamarte «mamá».[167]

mujer de un alma sensata y excelsa», asumió el liderazgo de la colonia tras la muerte de Pitágoras

compartir todas sus posesiones, nos dice Jámblico, los discípulos de Pitágoras evitaban la presencia de «discordia y desorden» en su comunidad y trataban de disfrutar de una vida más armoniosa y cooperativa que la de sus coetáne

En nuestras sociedades apresuradas e hiperactivas, renunciamos a la comunidad por la comodidad de manera sistemática sin pararnos a pensarlo realmente

Fourier pensaba que las viviendas particulares creaban barreras innecesarias entre los vecinos, lo que agudizaba el aislamiento y la soledad, sentimientos que hacían que la gente ansiara egoístamente la atención de los demás y obstaculizaban la armonía social

En un texto de 1808, Fourier afirmó que «la extensión de los privilegios de las mujeres es el principio general de todos los progresos sociales»,[72] «la felicidad del hombre […] es proporcional a la libertad que gozan las mujeres»

Con una población mundial que ya supera los 8.000 millones de habitantes, ¿de verdad es sostenible que todos aspiremos a tener una vivienda particular? ¿Y si los espacios en los que comemos, dormimos y almacenamos nuestras posesiones refuerzan determinadas ideas acerca de qué se considera una familia y con quién deberíamos compartir nuestros bienes?

Finkel ha cuestionado la idea del «matrimonio todo o nada», destacando la importancia de tener «otras medias naranjas» en nuestra vida

Los soñadores sociales han entendido desde hace mucho tiempo que construir una sociedad más armoniosa requiere socavar las estructuras que insisten en considerar la familia una unidad económica privada en la que el hombre aporta recursos exclusivamente a su mujer y a sus hijos