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Alban Goodier

Santos para pecadores

Cristo no vino a llamar a los santos, sino a hacer santos a los débiles, a los torpes y a los pecadores. Por eso los santos no son solo modelos imitables de santidad, sino recordatorios del poder de la gracia de Dios, mayor que cualquier defecto humano.

No pocos santos tuvieron que luchar contra tentaciones muy similares a las que sufrimos hoy. Para ejemplificarlo, Goodier acude a la historia de un mercenario adicto al juego, de un adolescente repudiado por los suyos, de una mujer noble de mala reputación y un noble misionero que ve fracasar muchos de sus esfuerzos, un capellán real que escapa de la horca, un hereje hedonista y mujeriego que llegará a ser uno de los más grandes teólogos de la Iglesia católica, y otras almas imperfectas que se ven perfeccionadas por el dolor y la enfermedad.

Porque no hay nadie tan pecador que no pueda encontrar un pecador mayor entre los santos.
178 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2021
Año de publicación
2021
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Citas

  • Juan Carlos Oyuelacompartió una citael año pasado
    Sólo una cadena lo sostenía: el amor hacia su madre. Se reía de sus prácticas piadosas; deliberadamente la desafió y la hirió; pero por dentro, aunque intentó no reconocerlo, su respeto, admiración y afecto hacia su madre no dejaban de crecer. Lo mismo le sucedía a ella, y el vínculo entre ambos fue haciéndose cada vez más fuerte.
  • Juan Carlos Oyuelacompartió una citael año pasado
    EL ESTUDIO DE SAN AGUSTÍN desconcierta a muchos autores. Tan alto se alza por encima de los de su gene­ración, quizás por encima de los de cualquier genera­ción, que lo admiran con cierto temor, casi con miedo. La sola consideración de sus obras —probablemente más que las de cualquier otro escritor del pasado— nos asombra y nos desanima; alguien ha dicho en serio que simplemente leer lo que Agustín escribió ocuparía a un hombre corriente la vida entera. Sin embargo, para quien tenga el valor de estudiarlo, resulta extraño lo humano e incluso lo modesto que es Agustín en su grandeza. Dijo que en su infancia le gustaba jugar; y hay algo de ello permanece en él hasta el final de sus días

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