—¿Sabías que «desastre» era mi palabra favorita cuando era niña?
—No, ¿por qué?
—Así me llamaban mis abuelos, que cuando venían a cuidar de mí siempre me perseguían por la casa gritando: «¡Ven aquí, desastre!». Me
sentía tan identificada con aquella palabra que llegué a buscarla en un diccionario etimológico de mi padre. Allí supe que tiene su origen en el occitano, una lengua hermana del catalán, y que se deriva de astre, es decir,
«estrella». Llegué a la conclusión de que «desastre» significa deshacer una estrella, por lo que, cada vez que la liaba parda, levantaba la mirada al cielo nocturno temiendo haber apagado un poco más el cielo.