Juan Marsé

Ronda Del Guinardó

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En la antesala del infierno, un viejo inspector de policía con la memoria sembrada de cadáveres decide emprender la que acaso sea su última ronda. Debe acompañar a una adolescente al depósito de un hospital para que reconozca en unos despojos humanos al delincuente que la violó dos años atrás. Su peregrinaje por las calles de Barcelona a lo largo de una tarde de posguerra -muy lejos, en otros ámbitos, resuenan los últimos estertores de la segunda guerra mundial- se convertirá en un paulatino descenso al corazón de las tinieblas. Los círculos sucesivos del atormentado trayecto nos muestran una población saciada de podredumbre que, a pesar de su náusea, deja entrever la posibilidad de redención. La ronda del inspector a través del caos y la decrepitud, entreverada con los recuerdos que surgen desde los oscuros sótanos de su mente, se convierte en el viaje de ser humano hacia los límites de su propia residencia al horror. Relato breve de alcance simbólico y formidable intensidad. Ronda del Guinardó eleva la descripción física y moral del mundo de la posguerra a una altura mítica.
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86 páginas impresas
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Citas

  • Paula Guilléncompartió una citahace 5 días
    Por segunda vez en menos de una hora sintió el dedo helado hurgando en su ingle y, casi en el acto, el testículo engullido velozmente por algún intestino, subiendo tripas arriba hasta alcanzar una altura que parecía superior a la de otras veces.
  • Paula Guilléncompartió una citahace 5 días
    Desde hacía seis meses dormía poco y malamente, revolcándose en un pedregal y chafándose los brazos roídos por una carcoma, pesados como leños. Anoche llegaron a torturarle tanto, que en sueños deseó cortárselos con un hacha; esta mañana al afeitarse aún no le obedecían del todo, como si fuesen los brazos de otro. Sin embargo, por muy jodido que estuviera, con resaca, la tensión alta y la moral en los talones, frente a este cardo borriquero vestida de exvoto se sentía fresco como una rosa.
  • Paula Guilléncompartió una citahace 5 días
    nunca logró desconectar su imaginación sensorial y su belicoso olfato de estas calles enrevesadas y de su vecindario melindroso, versado en la ocultación y la maulería
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