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Lola Lafon

La pequeña comunista que no sonreía nunca

  • Gaby TeDecompartió una citael año pasado
    Todos los deportistas que ganan son símbolos políticos. Promocionan los sistemas. El comunismo entonces, el capitalismo hoy. Y en el caso de ustedes...
  • Gaby TeDecompartió una citael año pasado
    o ser excepcional era un drama. Y no producir niños era un delito, supongo que ya lo sabe.
  • Ceciliuxcompartió una citahace 9 días
    «Eh, Jodie, ¿tienes novio? ¿Cuándo te casas?», pregunta el periodista que entrevista a la actriz en su programa.
  • Ceciliuxcompartió una citahace 9 días
    Hasta que el jefe de ceremonias se muestra irritado por la minúscula sombra que a él le parece demasiado grande.
  • Ceciliuxcompartió una citahace 9 días
    Mihaela G., una socióloga que me explica por qué la gimnasia se convirtió tan rápidamente en un deporte prioritario para el poder: las gimnastas comían poco, eran muy rentables; demasiado jóvenes para emitir opiniones sobre lo que sucedía en el país, no pedirían asilo político aprovechando alguna competición en Occidente.
  • Ceciliuxcompartió una citahace 9 días
    Seguro que le sorprende, sé cuáles son las certezas de sus supuestas democracias liberales sobre este asunto, pero en los años setenta también había una especie de... de alegría, lo que no cambia nada de todo lo demás, por supuesto.
  • Ceciliuxcompartió una citahace 9 días
    «No pienso en perder. Acabo de empezar.»
  • Ceciliuxcompartió una citahace 9 días
    ¿Qué hice?»
    Le quitó la mugre al futuro y destrozó el bonito y estrecho camino que se reserva a las niñas, querría decirle a Nadia C., gracias a usted, las niñas del verano de 1976 soñaron con lanzarse al vacío con el abdomen contraído y la piel desnuda.
  • Ceciliuxcompartió una citahace 9 días
    El mito de la gimnasta que el mundo entero descubre porque es genial es totalmente falso. Los jueces tienen que haber oído hablar de una gimnasta para observarla y puntuarla correctamente. Y Béla lo sabía.
  • Ceciliuxcompartió una citahace 9 días
    Intento comprender. Acaso lloraba Stefania de felicidad, de emoción por aquellas nuevas posibilidades de elección, por el hecho mismo de poder elegir, y Nadia me corta, casi brutal. Por la repugnancia ante aquella acumulación absurda, me corrige. De tristeza por sentirse invadida de deseo frente a tanta nada.
    –En nuestro país no teníamos nada que desear. En el suyo, en cambio, uno está permanentemente obligado a desear.
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