de la ciudad o después de haberle escuchado afirmar que es el pan de vida. Se asombran de escucharle hablar con tanta autoridad (Lc 4, 22), pretenden descalificar su discurso (Jn 6, 42). José no sería más que el tonto útil de la historia. Solo tendría un valor funcional: evitar el escándalo, no desmantelar de golpe la «familia natural».
Pero ya es demasiado tarde. Ya hemos caído en el espiritualismo y el utilitarismo. Dentro de la Sagrada Familia estarían de un lado la encarnación de la madre y de otro lado la desencarnación del padre, que no sería sino un instrumento social. Así que se le podría sustituir por otro más eficaz: un educador especializado, una mujer fornida o, en definitiva, el depositario de una autoridad, y no el canal de la vida. La devoción a «san José» como padre marioneta se convierte en el aval más seguro de la feminización y la tecnificación de la paternidad.
6. Mi tesis, por el contrario, consiste en que nadie es más radicalmente padre que José.