El muchacho, Federico o Felipe, no contestó enseguida. Pensó que no, no lo perdonaba y sí, sí le hacía caso. Decidió en ese momento que un día escribiría una novela en la que el señor Machi sería protagonista y en la que le sucederían cosas terribles. Se sirvió un vaso de vino y lo tomó todavía en silencio, sin mirar a nadie.
No pasa nada, dijo después.