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Libros
Rosa Mª Huertas Gómez

Corazón de metal

Bravo es un androide niño de compañía que ha sido creado para cuidar de Isaac. Pero no es un androide normal: a veces tiene sentimientos y además le gusta jugar, y eso para la sociedad futurista en la que viven es una amenaza. Así que tienen que esconder a Bravo para que no les destruyan. Pero… ¿quién puede impedir que un niño juegue?
La historia de ciencia ficción sobre un robot que quiere jugar en un mundo futurista donde hasta eso está prohibido.
103 páginas impresas
Propietario de los derechos de autor
Bookwire
Publicación original
2018
Año de publicación
2018
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Opiniones

  • Arturo Muñoz Robertocompartió su opiniónhace 3 años

    Hermoso y lleno de valores

  • enriqueesquivelcompartió su opiniónhace 3 años
    👍Me gustó

Citas

  • Griscompartió una citahace 2 meses
    No comprendo por qué Albert tiene las emociones tan bajas de potencia si, precisamente, eso es lo que diferencia a los humanos de las máquinas.
    ¿Acaso preferiría ser como yo
  • MATIAS ZARATEcompartió una citahace 3 años
    Aquí debe de haber muchos más conocimientos almacenados que en el dispositivo escolar de Isaac o que en la otra que me dejó usar Albert para entretenerme.
  • MATIAS ZARATEcompartió una citahace 3 años
    Centro de Investigaciones Robóticas, donde trabaja. Isaac se había marchado unos minutos antes, después de protestar porque no le gustaba el desayuno, montar una rabieta porque no quería ponerse ese pantalón largo y enfadarse con su padre porque no le iba a acompañar al colegio.
    Desconozco los motivos de su comportamiento. No obtiene ningún beneficio y solo consigue poner de mal humor a su padre. ¿No se da cuenta de que no es bueno incomodar a la gente? Demasiado incompletos estos cachorros humanos.
    –Te voy a programar para que te conectes a la hora en que Isaac aparece por casa –me dijo Albert en el laboratorio antes de apagarme–. Aunque yo tardaré aún un rato en llegar, las cámaras centinela vigilarán para que no os pase nada. Parece que mi hijo se ha levantado hoy algo nervioso.
    Pensé que revisaría mi accesorio de GPR antes de irse, pero debía de llevar prisa, porque no lo hizo. Me he reconectado hace unos minutos y he comprobado que aún no hay nadie en la casa. No han llegado ni Isaac ni su padre. El laboratorio permanece silencioso. Las horas que he pasado apagado son solo un vacío sin tiempo.
    Me dedico a curiosear. Enciendo la pantalla virtual de la computadora principal. Aquí debe de haber muchos más conocimientos almacenados que en el dispositivo escolar de Isaac o que en la otra que me dejó usar Albert para entretenerme.
    Encuentro cantidad de datos complicados, para los que me faltan conocimientos previos. Es ingeniería avanzada, pero como no me rindo voy comprendiendo. Los humanos están obsesionados con la seguridad, hay muchos sistemas de vigilancia: desde aquí se puede controlar el exterior de la casa, todas las habitaciones, el parque burbuja y a los niños, que llevan un dispositivo en la muñeca. ¿De qué tendrán tanto miedo? Descubro que, a pesar de tanta obsesión, no es difícil desconectarlos. Eso hago: borro la grabación para que Albert no me vea consultando la computadora central. Se reactivará

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