La madrina del cielo. Tirso de Molina
Fragmento de la obra
Acto único
(Salen Dionisio y Doroteo.)
Dionisio: Éste es el sitio y la casa
do asiste el cándido cuello
que el cuerpo y alma se abrasa.
Hizo Dios un ángel bello
debajo de humana masa.
Formó una excelsa escultura
de tan divina hermosura,
mostrando su gran poder,
que se viene a conocer
el Criador por la criatura.
Hele dicho mi recuesta
publicando mi tormento
y lo que su amor me cuesta,
mas es dar quejas al viento,
que es recogida y honesta.
Con rostro apacible y grave
me dijo: «De eso se deje.
No entregue al vicio la llave,
porque tiene obras de hereje,
aunque se muestra suave;
apártese de este trato,
que si le viene a entender,
conocerá que es ingrato
y suele caro vender,
aunque le ofrece barato;
y pierda la confianza,
que en mí no ha de haber mudanza
que en Dios he puesto la fe,
y con esto alcanzaré
el premio de mi esperanza».
Y lo que más me atormenta,
es que espero sin remedio,
según he echado la cuenta,
que no se podrá hallar medio
que a mi voluntad consienta.
Doroteo: Olvida y muda de intento.
Dionisio: ¿No ves que se ha apoderado
del alma y del pensamiento,
que hallándole descuidado
hizo un firme alojamiento?
Doroteo: Entra y gózala por fuerza.
Dionisio: Cosa por fuerza gozada
¿qué gusto tendrá? Que es fuerza
que quede más obstinada
y no ha de haber quien la tuerza.
Doroteo: Podrá ser, viendo cogida
la flor del vergel vedado,
se te muestre agradecida
y que te ofrezca de grado
el remedio de su vida.