Estas políticas redistributivas pueden cambiar la vida de quienes se benefician de ellas. Sin embargo, probablemente no llegan a la raíz de las desigualdades económicas en la medida en que se centran en redistribuir la renta, pero no la riqueza que la genera. Abordar la desigualdad de raíz requiere democratizar la propiedad de la riqueza —sostiene el historiador y economista Gar Alperovitz—, puesto que «los sistemas políticoeconómicos se definen en gran parte por la forma en que se posee y se controla la propiedad». Así pues, además de la redistribución de la renta, el economista debe pasar a centrarse también en la redistribución de las fuentes de riqueza. Si al lector le parece un objetivo completamente inviable, un necio sueño imposible, siga leyendo. El diseño distributivo representa, en este siglo, una posibilidad sin precedentes de transformar la dinámica de la propiedad de la riqueza. En ese sentido surgen cinco grandes oportunidades, relacionadas con quién controla la tierra, la creación de dinero, la empresa, la tecnología y el conocimiento; más abajo exploramos las cinco.
Algunas de estas oportunidades dependen de que se lleven a cabo reformas lideradas por el Estado, y, en consecuencia, deben considerarse parte de un proceso de cambio a largo plazo. Pero otras, de manera crucial, pueden partir de movimientos de base y surgir desde abajo, de modo que pueden iniciarse de forma inmediata. Obviamente, muchas de ellas se han iniciado ya. Y al transformar la dinámica subyacente a la riqueza, estas innovaciones contribuyen a convertir las actuales economías divisivas en economías distributivas, reduciendo así tanto la pobreza como la desigualdad.