Cancion de nosotros

Que me lo dejaras! ¡Eso quería! ¡Que me lo dejaras a mí!

Ella grita más fuerte:

—¿Para qué?

Aúlla:

—¿Para que fuera un muerto de hambre como vos?

Ése es el problema mío. Que si uno vive una vida de otro, le va mal.

Ése es el problema mío. Que si uno vive una vida de otro, le va mal.

Yo quería borrarla y crecía.

Quiero decir que un buen día, lo buscás y no está. Quiero decir: perdés a Dios como se pierde una cosa. Algo que se cae del bolsillo. Como se pierde un encendedor, así.

—¿Y vos?

—¿Qué?

—¿Qué eras? En la última vida que tuviste.

—León.

—Mirá.

—Y no parezco ¿eh?

—Para nada.

—Un león con cara de preocupado.

—Já.

—Porque me había comido una mosca de puro distraído, y la mosca era mi única amiga, y yo me había quedado solo y andaba solo por las calles y todo pateado.

La que hacía el amor entre velas encendidas. ¿Mi mano toca tu piel o tu piel toca mi mano? La que hacía el amor como un largo viaje en un trencito de juguete que se deslizaba por las montañas y los mares.

Y yo caminé y seguí caminando. Siempre apuradas mis piernas, como si tuvieran algún lugar adonde ir, buscando algún lugar que sea mi lugar y no encontrando. Caminé sin bajar los brazos, mundo arriba y mundo abajo, caminante, viviente, sobreviviente, con la desgracia haciéndome sombra y con el pánico este de que se me llenen un día de aire la panza o la cabeza.

Yo había estado trabajando en una fábrica. ¿De quién era la fábrica? Nunca supe. ¿Para quiénes eran las cosas que hacíamos? Nunca supe. Ando todavía pegajoso del aceite de máquina y de noche todavía me zumban los taladros en los oídos, aunque ya va para cuatro años largos de todo eso.

Esta vida que llevo no tiene música. De tanto sentir pena, ya me están doliendo las costillas.