Allí, con mi traductor, para explicarle lo que había pretendido hacer, me ponía a citar a Leopardi «y claro, allá en el valle, se ve el río», a improvisar conferencias sobre la palabra en la lírica italiana, desde Dante y Petrarca en adelante; cosas todas que uno consigue decir cuando está en París, pero que cuando vuelve a Italia ya no tiene la caradura indispensable.