A no dudarlo, uno de los mayores logros de Improntas es la diversidad, no solo de temas sino también de narradores y de tratamiento literario. Los cuentos aquí reunidos van desde el realismo más descarnado hasta los límites de la fantasía, con recursos variados y un estilo directo que, sin embargo, le da paso a imágenes poéticas de gran belleza, que despiertan la sensibilidad del lector sin rayar en la sensiblería. Para la autora no hay tema vedado, y con total desparpajo pasa de un narrador masculino a uno femenino y a otro sin un sexo determinado.
Otro logro es la fluidez en la escritura, que denota un ejercicio constante, una labor que definitivamente no es de una principiante. Las descripciones de los ambientes, los diálogos entre los personajes, los puntos de vista narrativos involucran al lector haciéndolo cómplice de unas realidades que traspasan los límites de lo privado, de lo que no debiera ser dicho, de lo que se podría haber callado. Esta particularidad, que está presente en todos los textos con diferente grado de impunidad, hace que el lector se ate a las historias y, aun en contra de sí mismo, lo lleva a repasar las líneas leídas, con una mórbida obsesión que revuelve sus entrañas: la indiferencia no es posible para el lector de estos relatos.