Reginald Horace Blyth explicaba que el haiku era “una nada inolvidablemente significativa” que había sucedido ante nosotros. La condición de notario de la naturaleza que adquiere el poeta de haiku es fundamental. El haiku debe ocurrir ante el poeta. No puede ser imaginado ni elaborado en abstracto; el haiku no es elucubración, no es arquitectura de la mente humana. Sólo pretende plasmar la existencia, tal como es, para transmitir así su misterio sin tener que explicarlo.